Blogia
Motril@Digital

ESPAÑA CONTINÚA INVERTEBRADA por Ignacio Peláez

ESPAÑA  CONTINÚA  INVERTEBRADA por Ignacio Peláez

Se lamentaba Ortega y Gasset de la “España invertebrada”. Ha trascurrido casi un siglo de esa queja, y parece ser que España sigue estando invertebrada. Decía hace poco D. Fernando Sebastián, Arzobispo que fue de Granada, que: “Seguramente no hay en toda Europa otro país que aprecie tan poco su propia historia como España”. 

No tenemos conciencia de formar entre todos una nación cohesionada, vertebrada, con aprecio de nuestra historia común. Llevar  la bandera constitucional da como vergüenza y es tildado de ser carca.; ha tenido que ser el futbol el que anime a sacar la bandera a la calle. A nuestros políticos parece que les da reparo en pronunciar el nombre de España en sus intervenciones parlamentarias y, por ello, dicen y repiten: .

La división en Autonomías pretendió dar satisfacción a todos, “café para todos” se dijo; pero ha devenido en un problema de rivalidades competitivas, en tira y afloja de , que ha aumentado y complicado la burocracia.

El cantonalismo es una amenaza constante, que ya tuvo su explosión furiosa en la Iª República y sigue latente en nuestro suelo..

No sabemos si somos una nación o diecisiete; si somos una Federación o una Confederación; y a saber qué Historia de España se estará enseñando en las distintas Autonomías.

Nos faltan hombres de Estado, con visión clara y generosa, que puedan guiar y profundizar nuestra vacilante democracia.

La política está desacreditada por culpa de políticos ineptos, que han desprestigiado a la clase política y a la misma acción política, que, por otra parte, es tan necesaria y tan noble como servicio al pueblo.

Y si a todo lo anterior añadimos la corrupción rampante que se va descubriendo, que diría el castizo. 

     Ante tan negro panorama habrá que hacerse una pregunta, básica y necesaria: ¿podrá tener arreglo esta situación?. Porque hay unas posibles salidas , que serían un remedio peor que la enfermedad.

Y una es la desintegración, el cantonalismo, como ya ocurrió en 1873-74, donde aparecieron, entre otros, el cantón de Cartagena, la República independiente de Granada, la de Jaén, etc. . “La de Granada declara la guerra a la de Jaén, la de Jumilla amenaza a todas las naciones vecinas, incluso a la murciana” (Ricardo de la Cierva, Historia básica de la Espala actual 1800 – 1975, p. 93). De risa, pero real.

Y la otra salida sería la contraria: una dictadura de hierro, que también se ensayó. 

¿Podrá tener arreglo nuestra penosa situación nacional, o tendremos que vivir en un tejer y destejer, como la Penélope de Ulises?. 

Yo pienso que sí puede tener arreglo nuestra situación; que es posible que salgamos de esta indefinición en la que estamos sumidos; que es posible una Espala vertebrada, cohesionada; que es posible que apreciemos nuestra propia historia y que todos miremos hacia delante con un mismo afán: llevar a buen puerto la nave de nuestro país. 

Y esta esperanza la baso en que el pueblo español, en momentos de turbación y de peligro común, ha sabido reaccionar con valentía y con solidaridad para hacer frente a esa situación anómala, que amenazaba con hacer saltar por los aires la propia existencia del pueblo. En momentos decisivos, en que se jugaba el ser o no ser, el pueblo se ha erguido y ha emprendido un caminar sensato y apropiado. 

En nuestra historia cercana y en la más reciente hay dos hechos , que, en mi opinión, nos hablan de esta reacción del pueblo.

 Uno fue a primeros del siglo XIX: el levantamiento contra la invasión napoleónica. El pueblo se sintió amenazado, herido en su ser y en su independencia, y reaccionó como un solo hombre contra el invasor. El pueblo tuvo conciencia de formar y ser un único pueblo y se alzó para defender su propia identidad. El 2 de Mayo puede ser todo un símbolo de unión y de lucha, codo con codo, en defensa de sentirse una nación vertebrada, como soñaba Ortega. 

Y el otro hecho es ya de nuestra historia más reciente: el tránsito de la dictadura a la democracia en los años setenta del siglo pasado. El fin de la larga dictadura nos dejó como al borde de un precipicio, sin saber “pa dónde es palante”. Los que vivimos aquellos tiempos recordamos la zozobra de los primeros momentos , que pronto se transformó en ilusión esperanzada, con la que todo el pueblo emprendió un nuevo caminar.  Por desgracia, ese caminar ilusionado del pueblo ha devenido en el actual desconcierto, ocasionado quizá por la falta de hombres de Estado con mente y mirada despierta y con actitud leal de servicio y compromiso con el pueblo. 

Pero ahí está ese pueblo, que en los momentos cruciales sabe estar a la altura de las circunstancias. Y uno recuerda aquello del clásico: “Qué buen vasallo si hubiera buen señor”.-  

Ignacio Peláez (Sacerdote y presidente de Proyecto Hombre Motril)

0 comentarios