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"De mascotas a caprichos"…por Bernardo Roa Guzmán

"De mascotas a caprichos"…por Bernardo Roa Guzmán

Fotos Bernardo Roa Guzmán

“…y cuando me harto de ellos los tiro, los dejo, los abandono”. Iba a llamar a este artículo “De mascotas a juguetes” pero el juguete es propio de un niño y un niño jamás haría con un perro lo que si hacen algunos de sus mayores cada día mas. Adultos que presumen de respetuosos con la naturaleza, de educados, de solidarios, de …  y luego son capaces de maltratar, de abandonar a mascotas que, seguro, lo han dado todo por ellos, les han sido fieles, les han defendido ante cualquier extraño con sus ladridos, con sus gruñidos, enseñando sus dientes para tratar de intimidar y proteger a su dueño.

Y es que cada verano, cuando terminan las vacaciones, nuestras costas se ven pobladas por perros errantes, vagabundeando, sin saber a donde ir o a quien seguir… animales que han perdido su agresividad con la que han defendido a su “amo” para tratar de buscar alguien que les de una muestra de cariño y seguirles incondicionalmente… para tratar de encontrar a alguien que les acoja… para tratar de encontrar un nuevo hogar.

La pasada semana, cuando caminaba por la playa, veo que un perro, que yo creí que iba con su dueña, se vuelve a la fuente donde yo acababa de beber agua y compruebo que bebe desesperadamente, con ansiedad; viendo que tenía mucha sed le abrí el agua de la ducha, que caía en el suelo, para que pudiese beber. Yo seguí caminando cuando vi que el perro bebía, saciaba su sed pero, cuando me doy cuenta, el perro me sigue, no tenía dueño… Ya lo observo y puedo comprobar que tampoco debería comer mucho porque se le comenzaban a notar las costillas en su cuerpo. Se ve que su dueño debía ser dueña, porque cada vez que pasaba una mujer se acercaba, olía su estela… y detrás de otra de ellas se fue en dirección a Calahonda.

Pocos días antes, en otra de mis caminatas hacia Torrenueva, en la carretera, muy cerca del faro de Sacratif, había otros dos perros, uno de ellos tumbado y el otro a su lado. Mi primera impresión, de lejos, es que uno de ellos estaba muerto y el otro le velaba, pero no, al acercarme un poco mas veo que los dos se mueven, torpemente, lentamente, con mucha dificultad, pero se mueven… esqueléticos, comidos de moscas, cansados, muy cansados, comenzaron de nuevo a moverse sin rumbo cansinamente…

Y esta es la historia de cada verano: abandonar, a un ser vivo que te ha acompañado, a su suerte… ¿y no se puede hacer nada? ¿No debería ser obligatorio colocar a cada perro un “chip” internamente incrustado, con los datos de identificación de sus dueños para evitar estas situaciones lamentables y tan inhumanas?  Me diréis que entonces, en lugar de abandonarlo, los matarían, pero…¿acaso es mejor vivir así, muriendo poco a poco de inanición, de sed, de tristeza? ¡Porque los animales, los perros, también sienten!; sienten dolor, sienten placer, sienten calor, sienten frio y supongo que sienten alegría y tristeza. No podemos olvidarnos de perros que, cuando su dueño ha enfermado o ha muerto se han quedado en la puerta del hospital o cerca de su tumba  y nadie los mueve de allí…o ¿quién no ha comprobado la fiesta que un perro hace cuando, después de estar encerrado vuelve el dueño y le hace una sola caricia?

¿Tan inhumano se está volviendo el ser humano que no se conmueve por el amigo fiel y le abandona a su suerte, a un destino incierto, abocado a la muerte segura?

Ahora pasará el otoño, el invierno, la primavera y vendrán nuevos veraneantes, algunos de ellos con perros de los que, por cualquiera sabe qué motivo, se querrán deshacer de ellos y los dejarán en un veraneo eterno “a su suerte” “a su muerte”. 

Se que no está bien generalizar y puede parecer que meto en este “saco” a todos los veraneantes…¡nada mas lejos de mi intención y de la realidad!. He visto a mucha gente, la mayoría, con perros, haciéndolo correctamente y mimándoles, como se merece cualquier ser vivo, pero me niego a seguir callando, sin gritar contra el abandono y maltrato animal, ahora que en Septiembre se vuelve a repetir la historia…¡y yo no tengo perro! ¿eh? Pero me da pena de que les maltraten, de que se maltrate 

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