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EL POLITICO Y EL ARBITRO por Juan Mateo López

EL POLITICO Y EL ARBITRO por Juan Mateo López Es curioso ser árbitro de fútbol o desempeñar la función de político tiene mucho en común. Los dos están obligados a tomar decisiones en un ambiente de máxima tensión. Los dos están siendo controlados y evaluados. Ambos desconocen el estímulo y apoyo de quienes les observan desde la grada del estadio o del sillón hogareño. El día que uno decide vestirse de colegiado o jurar o prometer un cargo público pasa de ser persona a ser sinónimo de muro de las lamentaciones en el que se estrellan los tradicionales insultos del coloquial refranero español cargados de una gran dosis visceral. Lo hagan bien o lo hagan mal los dos son hijos de padres desconocidos y su familia o su persona empieza a ser nombrada con los piropos más furibundos del que destila leche por un colmillo.
Mientras los enemigos del árbitro se contabilizan por igual en las aficiones de uno y otro equipo, los del político los hay en la misma proporción en las siglas del partido que representa que fuera de él.
Los dos irrumpen con ilusión y responsabilidad por hacer las cosas bien hechas y los dos salen mal parados, desilusionados y con heridas de “guerra” que en ocasiones son físicas temporales o síquicas de por vida.
Los forofos en la familia, entre los amigos o en la vecindad del árbitro cuando empieza el partido dejan de ser esposo, padre, amigo o conocido para transformarse en casco del rey de los vikingos.
El día que el ciudadano de a pie se convierte en político tiene todas las papeletas para perder la familia, los amigos, el trabajo si no es funcionario, la salud y la pérdida de un tiempo de su vida en favor de los demás que le quedará en su mente más como secuela que como una experiencia.
El colegiado sale por pies del campo fútbol mientras el político cuando abandona la política lo hace diciendo “fu” como el gato. En los genes de ambos hay cierto masoquismo que se cura cuando ya es tarde.
Por todas estas cuestiones desde hoy y para siempre quiero ser la oveja negra de los “hooligans” que se sientan en las gradas de lo deportivo o de lo social, no para balar sino para aplaudir.

PD: FRASES DE NAPOLEÓN.

"Un hombre de estado debe tener el corazón en la cabeza".

"Nunca sabréis quiénes son vuestros amigos hasta que caigáis en desgracia".

"Antes de pensar en la injuria que hemos recibido, hay que dejar pasar cuando menos una noche".

"La realidad tiene limites; la estupidez no".

"Un pueblo sólo podría ser libre si los gobernados fuesen todos sabios y los gobernantes todos dioses".

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