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Entrevista al Ministro Jordi Segura que inaugura hoy lunes en Almuñécar un curso de verano

Entrevista al Ministro Jordi Segura que inaugura hoy lunes en Almuñécar un curso de verano

Joaquín Tagar.- El ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla Segura, inaugurará hoy lunes en la Casa de la Cultura de la localidad granadina de Almuñécar el curso de verano 'La Reforma de la Constitución Territorial en España', que se celebrará hasta el próximo viernes, día 22 de septiembre. 

Nació en Valencia en el seno de una familia “muy humilde”, como él mismo confiesa, tiene tres hijos adoptados, es funcionario y está orgulloso de ello como lo está de haber formado parte del último gobierno socialista como jefe de gabinete del ministro de economía, Pedro Solbes. Actualmente es diputado nacional por Castellón y miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE. 

Pregunta: En su libro "De nuevo socialismo", trata de reivindicar el lema de la Revolución Francesa, libertad, igualdad y fraternidad, pero hoy ¿no tendríamos que ir un poco más allá?

Respuesta:
Efectivamente, reivindico esos principios porque creo que dan fundamento a lo que ha sido la izquierda, devenida posteriormente, de forma casi exclusiva, al socialismo. Esos principios se tienen que actualizar y, de hecho, hay tres capítulos del libro, uno “libertad para qué”, otro “igualdad de qué” y un tercero referido a la “fraternidad entre quienes”. Es evidente que no se puede abordar hoy el problema de la libertad de la misma manera que hace 200 años, ni el problema de la igualdad tampoco, ni el problema de la fraternidad y que, aún manteniendo la validez de esos principios como principios organizadores de una sociedad justa, de una acción política netamente de izquierdas, hay que redefinirlos, entre otras cosas, porque creo que la concepción de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad que tenemos los socialistas no es la que tiene la derecha. Por lo tanto, aunque formalmente la derecha haya aceptado, también, esos tres principios su interpretación de los mismos y los criterios prácticos para ponerlos en práctica, establecen las diferencias fundamentales entre izquierda y derecha.


P: Históricamente, la izquierda se ha fijado mucho en la libertad y en la igualdad, sobre todo como conceptos, mientras que la derecha buscaba la creación de riqueza que, naturalmente, no distribuía o distribuía muy poco. La libertad y la igualdad necesitan medios para que sean efectivas ¿No habría que hacer en este ámbito una transformación profunda?


R: Está claro. Creo que esa es una de las transformaciones importantes que se han producido, en las últimas décadas, en el pensamiento de izquierdas y yo tengo que decir que la aportación, quizá más práctica que teórica, la ha hecho el socialismo español. Ha sido crucial el darnos cuenta de que para repartir hay que tener qué repartir y que, por lo tanto, el planteamiento desde la izquierda no puede ser, simplemente el de la distribución, sino también el de cómo generar el producto, cómo crecer, entre otras cosas porque el crecimiento no es sólo una cuestión técnica y en la distribución es donde está la política, también en el modelo de crecimiento, cómo creces, hay diferencias políticas.
En cualquier caso, yo he hecho un intento de marcar algunas posiciones diferentes de lo que ha venido siendo la posición clásica. Hay un famoso libro de un teórico, al que yo respeto muchísimo, que es Bobbio, que se llama Izquierdas y derechas, en el que viene a decir que la libertad hoy, básicamente, es un principio aceptado por todos, derechas e izquierdas, y que donde está el punto verdadero de divergencia es en el principio de la igualdad. Yo discrepo, creo que el concepto de libertad que tiene la derecha no es el mismo que el que tiene la izquierda, que en principio la izquierda debe hacer posible la libertad, entendiendo por libertad la libertad de opción de vida de cada uno de los ciudadanos, llevar la libertad a los más humildes, y que para eso hacen falta políticas de igualdad que, en el buen sentido del término, son instrumentales para conseguir una libertad concebida de manera distinta a como la concibe la derecha.


P: ¿Es aquí donde entra el papel del Estado como garante de esa libertad y de esa igualdad?


R: Sin lugar a dudas. Creo que si queremos de verdad que las personas, los individuos, lleven adelante el proyecto de vida que quieran, hace falta que alguien remueva los obstáculos que lo impiden y, por otra parte, garantice unas mínimas, que no quiero decir cutres o escasas, sino suficientes, condiciones de vida de sanidad para todos, de educación para todos, de rentas básicas para todos, de oportunidades reales para todos y eso sólo lo puede hacer, colectivamente, la sociedad a través de una figura como la del Estado.


P: Individuo y colectividad es un contencioso que ha seguido a la izquierda a lo largo de su historia, ¿cómo cree que se debe resolver hoy?

R: Creo que hay que retomar la corriente humanista del socialismo, que es muy antigua y que tiene magníficos representantes; en España, Fernando de los Ríos fue uno de sus adalides, que concibe toda la acción política, todas las propuestas de organización social como destinadas a favorecer la vida de los individuos, que cada individuo pueda llevar adelante el proyecto de vida que desee. Por tanto, el objetivo fundamental de toda la acción política y de toda la acción social tiene que ser el individuo, la libertad del individuo y las condiciones materiales que permitan que esa libertad se pueda realizar.
Es evidente, que eso que es una responsabilidad colectiva frente a los individuos, exige una contrapartida por parte de los individuos que es un compromiso con esa acción colectiva. No puede verse, solamente, como un derecho que se tiene, sino que conlleva el deber de participar en la toma de decisiones colectiva, de participar en los procesos políticos que permiten, precisamente, ensanchar los márgenes de libertad de las personas. Yo creo que ahí nos hemos dejado llevar, a veces, por la confusión entre el individuo autónomo, racional que creo que siempre ha sido la aspiración de todo el movimiento de la ilustración y del movimiento socialista, como heredero de la ilustración, con el individualismo egoísta, empobrecedor, cerrado en sí mismo y que pasa de todo lo que ocurra a su alrededor, que ha favorecido determinados planteamientos de derechas.

P:Continuando con las comparaciones, ¿socialismo y liberalismo, porque también el PP se dice liberal?

R: Creo que ahí, a veces, hay más confusión que discrepancias serias. Yo soy, como Prieto, de los que me siento “socialista a fuerza de ser liberal”, pero cuando yo digo eso, lo mismo que cuando lo decía Prieto, estamos pensando en un liberalismo político que no es el liberalismo económico, como el liberalismo económico no es Margaret Thatcher o Aznar.
Estamos reivindicando un liberalismo que sienta la Revolución Francesa como un principio esencial y transformador, que es reconocer a los individuos determinados derechos con independencia de cuál sea su nivel de renta, su nivel de riqueza o su posición social. Ese principio liberal del dieciocho, es el que fundamenta toda la acción política de los socialistas a partir de entonces, ampliando el marco de derechos, a los que todos somos acreedores, con independencia de nuestra condición social. Eso es lo que fundamenta la universalización de la sanidad, de las pensiones, de la educación obligatoria y gratuita; ese principio de reconocimiento de derechos de ciudadanía, iguales para todo el mundo, es el que sienta, originariamente, el liberalismo político, que los que circunscribían sólo a determinados derechos de participación política. Por eso creo que el socialismo es ir más allá de ese liberalismo.


P: Dos aspectos que se pueden relacionar y, sobre todo, que conviven con el nuevo socialismo del que usted habla: globalización, injusta con los globalizados, y mercado, ¿con reglas o sin reglas?

R: Hay que situarlos en planos distintos. Creo que el eje central que diferencia dos posiciones, que podemos seguir llamando izquierda y derecha pero que arrancan claramente de la Revolución Francesa, es el de quienes creemos que los seres humanos tenemos capacidad para organizarnos y subordinar todo a lo que hayamos decidido, colectivamente. Cuando digo todo, hablo de la propia economía, me refiero al propio funcionamiento del mercado. Es verdad que hay quienes piensan que eso no es así, que hay fuerzas incontrolables, que hay mecanismos autónomos que nos acaban imponiendo su lógica a los seres humanos, individual y colectivamente, y que es malo interferir esos procesos. Yo creo que podemos reivindicar que la globalización se puede controlar, políticamente; que los seres humanos no tenemos por qué aceptar como inevitable, y como si fuera una catástrofe natural, los efectos de la globalización o la propia globalización. Creo que se sigue marcando hoy una clara diferencia en cuanto a nuestra capacidad de reconocer y apostar por el ser humano como eje central en torno al cual se tienen que articular todas las políticas.
Y el tema del mercado es una cosa parecida, sólo que también es cierto que hemos aprendido mucho en estos doscientos años. La posición de la izquierda hoy frente al mercado no es la misma que hace doscientos años, entre otras cosas porque el mercado también ha evolucionado mucho; el hecho de que reconozcamos que determinadas cosas las hace bien el mercado, no quiere decir que todo tenga que ser mercantilizado. Incluso la derecha ha descubierto que el mercado, para que funcione, necesita de normas, de reglas, de garantías, que sólo el Estado puede proporcionarle.

P:¿Tiene buenos recuerdos de su paso por la Administración en los Gobiernos socialistas o tiene alguna cuenta pendiente?

R: No, yo, además soy funcionario de carrera y me siento muy orgulloso de serlo. Soy de una familia muy, muy humilde y mi padre nos inculcó a los cuatro hermanos que para ganar libertad, en el sentido de no aceptar cualquier cosa, nos animó a ser funcionarios y, de hecho, los cuatro hermanos lo somos, porque en la España de entonces para ser libre o tenías dinero de familia, que no era mi caso, o eras funcionario que, en la medida que eso te garantizaba el puesto de trabajo, te permitía mucha libertad para renunciar ante situaciones que te incomodaran.
Recuerdo muy bien mi paso, desde el Gabinete de Presidencia del Gobierno hasta mi época de Jefe de Gabinete de Solbes, de quien aprendí mucho y me gustaría seguir aprendiendo de su capacidad de trabajo, su esfuerzo y preocupación por resolver problemas, no sólo por hacer electoralismo y ganar elecciones, que es lo que hace el Gobierno del Partido Popular, en este momento; los problemas les preocupan menos, lo que más interesa es la propaganda. A veces queda un cierto mal sabor de boca al ver cómo, todavía en mi opinión, no se ha hecho suficiente justicia, especialmente, al último Gobierno de Felipe González, donde parece que sólo hubo Roldán y, Roldán hubo, es evidente, y nos hizo mucho daño, pero hubo otras muchas cosas buenas. Los escándalos, como el de Roldán, no tapan el hecho de que buena parte de los “éxitos” de la primera legislatura del Partido Popular, en realidad, fue un vivir de rentas de decisiones que se habían adoptado en el último Gobierno de Felipe González.

P:Cuando entró en Nueva Vía ¿pensó que las cosas iban a salir así?

R: Yo soy bastante optimista. Claro que ahora resulta muy fácil decir que sí, ¿no? Pero, honestamente, sí que lo pensaba, por una razón: la alternativa de seguir con un proceso de canibalización en el Partido, de estar mirándonos el ombligo, de seguir en guerras internas y de estar de espaldas a los ciudadanos, me parecía que era una alternativa que conducía al suicidio político. Y como yo tengo fe en la racionalidad humana, pensé que se tenía que acabar imponiendo la racionalidad también en el Partido e iniciar un proceso de renovación distinto y un proceso de volver a ocuparnos de los ciudadanos y sus problemas.

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