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Programa de vivienda compartida de Granadadown en la Escuela de Verano de Almuñécar

Programa de vivienda compartida de Granadadown en la Escuela de Verano de Almuñécar

Con tres años de desarrollo y 17 usuarios en Granada, el programa de vivienda compartida de la Asociación Granadadown está teniendo un gran éxito a la hora de normalizar y dar autonomía a las personas con discapacidad intelectual. 

Independencia. Éste es uno de los términos claves para comenzar a construir una vida, para poner los cimientos de las decisiones que definen el rumbo de nuestra propia existencia. Tomando por bandera este concepto, la Asociación Síndrome de Down de Granada “Granadadown” lleva desde el año 2005 apostando por ofrecer ese tipo de independencia a las personas con capacidad intelectual. 

Este gran objetivo ha sido uno de los protagonistas en la Escuela de Verano de Bienestar “Los servicios sociales, garantía de acceso a los derechos sociales”, un encuentro, organizado por la Diputación de Granada, que ha reunido durante cinco días en Almuñécar a expertos, profesionales, técnicos y estudiantes relacionados con los servicios sociales, y que finalizará mañana viernes. 

María Matilla Nieto y Mercedes Cano Sánchez, gerente y coordinadora de Granadadown, explicaron en el marco de la realización de la Escuela de Verano de Bienestar, uno de los modelos más novedosos que está llevando a cabo la asociación y que lleva por título “Escuela de vida: proyecto amigo y viviendas compartidas”. 

“Estamos trabajando en el proyecto amigo desde hace tres años y en vivienda compartida desde hace dos años, y podemos decir, que ahora mismo tenemos a 17 personas con síndrome de Down en Granada que están acogidos a este programa, aunque tenemos una amplia lista de espera para todos aquellos que quieren tener una formación previa”, indicó Mercedes Cano. 

Lo más llamativo de las viviendas compartidas es que se trata de la segunda fase del proyecto “Escuela de vida”, destinado a favorecer la convivencia entre personas con síndrome de Down y jóvenes sin discapacidad, o como la coordinadora del programa llama “personas con capacidades diferentes”. 

“La vivienda compartida forma parte de un aprendizaje que gira en torno a un programa con objetivos establecidos y que trata de fomentar en las personas con síndrome de Down y en las personas sin discapacidad aquellas estrategias, capacidades y habilidades necesarias para que puedan disfrutar de una mayor autonomía posible”, destacó Mercedes Cano. 

Se trata, por tanto, de un espacio de aprendizaje en el que personas con “capacidades diferentes”, normalmente usuarios de la entidad y estudiantes de ciclos formativos y universitarios que, habiendo culminado su formación en el Proyecto Amigo, están preparados y deciden transitar a una vivienda compartida para continuar su formación en vida autónoma e independiente en un marco de convivencia real. “A través del Proyecto Amigo se les forma a la hora de dar el paso de convertirse en personas independientes y autosuficientes, además, se trabaja mucho con las familias, quienes ponen mucho de su parte para que este programa sea un éxito”. 

Según la coordinadora del programa de vivienda compartida, se está produciendo un cambio de mentalidad muy importante, “en el que los estudiantes ejercen el papel de mediadores, de puente entre las personas que tienen síndrome de Down y la realidad que se les presenta en su día a día”. 

Estos mediadores reciben desde la Asociación de Granadadown, la formación necesaria para su adecuado desempeño y una beca, “sin olvidar que son voluntarios, que se benefician de la oportunidad de aprender y formarse de una forma mucho más práctica con personas que tienen discapacidad intelectual”. 

Con respecto a los otros protagonistas del programa, los jóvenes con síndrome Down, el programa de vivienda compartida es también una oportunidad para poder vivir de forma normalizada y ser incluido en la comunidad, un derecho recogido en el artículo 19 de la Convención Internacional de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. 

Así la convivencia se convierte en un espacio donde aprender, no sólo tareas del hogar, sino habilidades que son fundamentales para ello, compartir momentos y experiencias con amigos; a través de valores como son igualdad, confianza, cooperación, ayuda mutua, responsabilidad, amistad y el respeto. En definitiva, hacer realidad la independencia de las personas con síndrome de Down, que pueden construir sus propias vidas desde la igualdad que les ofrece su propia autonomía.

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