Luhé Palma Chazarra : "Nadie sabe del conflicto más que quienes lo crean"
ROSA LUQUE ROSA LUQUE.- Hacía por lo menos dos lustros que no nos veíamos, aunque lo cierto es que tampoco habíamos coincidido mucho desde que acabamos el bachiller en el instituto Góngora, que ya son años. Sabía, eso sí, que Olga Palma Chazarra se había convertido en una abogada de prestigio --una profesional poliédrica aunque lo que más le gustaba era el Derecho Penal--, y que, a pesar de ser pequeña de estatura y de aspecto como de algodón (la mirada no, que ya desde niña la sostenía firme y con cierto desafío ante su interlocutor), pisaba fuerte ante los tribunales de justicia o frente a quien se le pusiera por delante con ánimo torcido. Pero la Olga Palma que me crucé el otro día en la calle tenía poco que ver con mi antigua compañera de aulas. Casi me costó reconocerla de lo cambiada que estaba: más sosegada, más atractiva, más feliz. Y es que desde hace unos cinco años Olga ya no es Olga, sino Luhé.
Ante mi creciente sorpresa, la nueva Luhé me explicó que este cambio de nombre, con toda el remolino de identidad que eso comporta, ha estado acompañado casi al mismo tiempo de otras mudanzas drásticas en su vida: de casa y, a medias, de ciudad; de estado civil y hasta de profesión. Se había divorciado, cambiado su piso del centro por un chalé en plena Sierra de Córdoba, al que va y viene desde Sevilla --en cuya universidad da clase--, y había plantado el ejercicio de la abogacía por otro que ahora acapara todo su vigor, que no es poco. Luhé Palma se ha hecho experta en justicia restaurativa y mediación, cuya asociación andaluza preside, forma parte de la Sociedad de Victimología (SAV) y colabora en el Foro Europeo de Mediación Penal, con sede en Bélgica.
Esta entrevista, en la que me atrevo a transgredir esa norma periodística que impone hablar de usted al entrevistado (hacerlo, dadas las circunstancias, hubiera sido una forzada impostura) tratará de todo ello. De la mediación, un método en el que los tecnicismos se alían con la buena fe para poner paz entre la gente, prácticamente desconocido hasta ahora, y de la importancia de llamarse Luhé.
--¿Qué es la mediación?
--Es un proceso, completamente distinto al judicial, por el que las partes que tienen un conflicto pueden resolverlo como una especie de tercera vía. O sea, ha fallado la negociación entre ellos, no saben seguir negociando, y tampoco quieren acudir a los tribunales. Es un camino distinto, que se ha llamado muchas veces alternativo aunque a mí no me gusta esa palabra, porque parece que sustituye a otra cosa cuando no sustituye a nada. Es simplemente otra manera de resolver por la que una persona, el mediador, ayuda a las partes a que ellas mismas puedan resolver su conflicto.
--¿Entonces el mediador no tiene capacidad de decidir?
--Ninguna. No pasa como con el juez, al que de alguna manera la ley le otorga la posibilidad de apropiarse el conflicto y resolverlo. El mediador es un facilitador por así decir, alguien que evita a las partes acudir al juzgado y el seguir violentando aún más el conflicto. Pero es importante señalar que víctima y victimario autogestionan sus problemas. Esto representa un punto de madurez en la evolución humana, porque hasta ahora estábamos acostumbrados a que nos resolvieran todo. Si es una cuestión personal se va a un psicólogo, si es jurídica al abogado y si éste sólo no puede negociarla se acude al juez.
--¿Y qué tipo de casos llegan?
--De cualquier tipo. Lo que pasa es que los penales en concreto tienen connotaciones específicas. Hoy por hoy en nuestro país la mediación penal sólo está contemplada en el proceso de menores infractores. Sin embargo existe una directiva europea que marca que para el 2006 la mediación tiene que estar implantada en el proceso penal de adultos, como otra alternativa de atención a la víctima. Porque en el ámbito penal la mediación atiende las necesidades tanto de la víctima como del infractor y esto es importante. Lo que busca es no dañar más de lo que ya ha dañado el delito a ninguna de las dos partes, sobre todo en un momento en que desde distintos sectores sociales se pide el aumento de penas, más cárcel, más respuestas punitivas. La mediación sin embargo es una forma de justicia restaurativa, una perspectiva en la que prima la restauración a la víctima o a la colectividad del daño ocasionado por la infracción sobre la condena moral y el castigo.
Sentadas en el jardín de su casa de Las Jaras, unos días después de nuestro encuentro, Luhé Palma lamenta que en España, y en Córdoba en concreto, se esté todavía a años luz de países como EEUU, Canadá o Nueva Zelanda, aunque la Asociación Andaluza de Mediación (Amedi) se muestra muy activa, y se han dado cursos de experto universitario en el tema por el Instituto Interuniversitario de Criminología.
--Con una sentencia por medio, ¿qué sentido tiene sentar a víctima y verdugo a dialogar?
--Se puede mediar antes, durante o después del procedimiento. En el tema penal de menores es necesario que esté el juzgado por medio, y es el equipo técnico el que decide si la mediación es factible. Es frecuente contentar a la víctima con dinero, cuando ella se sigue preguntando ´¿Por qué me ha pasado esto a mí? ¿Por qué nadie escucha mis sentimientos?´. Aparte de que le pidan perdón, la víctima necesita respuestas.
--Y el mediador las facilita.
--En principio la víctima lo que quiere es que la persona que ha cometido el delito sufra por lo menos lo mismo que ha sufrido ella, es una reacción humana. Te voy a contar un caso ´de libro´ con el que prácticamente se inició la mediación en España, no sé si en Valencia o en Cataluña. Unos chavales mayores de edad que jugaban en una azotea arrojan un huevo a la cabeza de una señora de mediana edad que pasaba por allí. A la señora le estropean el peinado y le manchan el traje. Los denuncia, se celebra un juicio de faltas y les imponen una multan de 15.000 pesetas. La víctima se siente no reparada, absolutamente insatisfecha y se hace la mediación. Y a través de ella los chavales se enteran del daño real que han producido a la víctima, que fue mayor del que parecía, porque ese día iba a una entrevista de trabajo, la perdió y con ella la posibilidad de un empleo a una edad complicada para encontrar otro.
--¿Y en qué quedó la cosa?
--Pues en que los chicos se dieron cuenta de que una gamberrada puede tener consecuencias. Las asumieron y pidieron perdón a la víctima realmente afectados.
--Pero habrá casos en que ponerse en la piel del otro sea mucho más duro. Por ejemplo, una vida no puede devolverse ni con las mejores intenciones.
--Es que no podemos empezar la casa por el tejado, y en España se está empezando a trabajar en ámbitos como el familiar o social. Hablar de mediación en caso de una muerte, o de malos tratos --cosa que lleva mucho tiempo haciéndose, y muy bien, en Austria-- es casi impensable aún. La base es crear conciencia de que hay otra manera distinta de resolver los conflictos, que es a través de una persona que ayuda a las partes implicadas a salir de él con madurez, porque nadie sabe del conflicto más que quienes lo han creado. Lo imprescindible para dar pasos en la mediación es la voluntariedad de las dos partes, bajo un absoluto clima de libertad.
Y relata otro caso, del que tiempo atrás se hizo eco televisivo el programa Documentos TV . Ocurrió en la década de los ochenta al encargado de un hotel de EEUU, que había sido atleta, y al que tres individuos intentaron robarle. Se llevaron sólo 80 dólares, pero le dieron dos tiros, el segundo al ver a la víctima incorporarse cuando ellos ya se iban, disparo que le hizo polvo el abdomen. La bala le produjo lesiones tremendas, pero por su fortaleza física esta persona se salvó. Al menos físicamente, porque en el aspecto emocional quedó hundida. Perdió el trabajo al tener las facultades mermadas y, por si fuera poco, también el sueño. Y además se formó la imagen de un monstruo respecto a la persona que le había disparado la segunda vez --un chico negro--, lo que incrementaba su pesadilla. "Transcurridos once años de condena de su agresor, la víctima, después de un montón de tratamientos
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