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CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. -DIA 51: VIRGILIO SE MANIFIESTA por Miguel Ávila Cabezas

CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. -DIA 51: VIRGILIO SE MANIFIESTA por Miguel Ávila Cabezas

Por fin hoy ha hablado Virgilio. Lo ha hecho durante la fase candeMOR del sueño mientras yo estaba trasteando por la región anterior del hipotálamo en el momento, sagrado, de la siesta. (Ya lo dijo quien lo dijo: “El que no duerme la siesta es que ni es español ni es ná”). No es que yo lo haga a la manera aquella del centurión de las letras hispanas, con pijama, padrenuestro y orinal (vulgo “escupidera”), no, lo juro por lo más grande. La mía es una siesta de distancia corta, aunque densa y consistente, como la salsa putanesca, con sus ajos, su aceite y sus aceitunas deshuesadas, o la que siempre ha de adornar, in-de-fec-ti-ble-men-te, unos capelleti al burro, que no al micio. Bueno, a lo que iba, sí, que se me ha aparecido Virgilio y me ha hablado de la siguiente guisa. (No cambio ni una coma de su parlamento. Me lo sé tan de memoria porque lo considero mío, como si él lo hubiese extraído del bulbo de mis entretelas subliminales. Pues, a fin de cuentas, ¿quién es quién en esta lucha sin cuartel de la supervivencia?):

“Muchacho, o lo que ahora seas, llevas un tiempo dándome la vara con tus desasosiegos. ¿A qué viene tanto: “Virgilio, ¿dónde estás? ¿A dónde te has ido, Virgilio? Virgilio, que te dejo como no vuelvas. Que te cambio por el Jaro. Que me tiro por el tajo Pollero como no regreses…”. Eres un chantajista emocional de dos pares de cojones. Y te lo digo con todas las letras: “de dos pares de cojones”. Y un iluso hiperestésico y mijicas. ¿No sabes que nunca me fui porque siempre he estado dentro de ti? Yo soy tú y tú eres yo, aunque me consta que el más tonto de los dos eres tú, y por partida doble: por ser tú y por lo engreído que te muestras cuando abres la boca bilabial y parlanchina si en el sofá de terciopelo rojo te da por hablarme de política o de temas… ¿cómo decís los humanos?... ¿sociales? Eres un bocazas de mucho cuidado. Tú dale que te pego a la sinhueso y yo venga a aguantar tus mil y una digresiones. ¿Qué me puede interesar a mí, dime, que, según tú, el Rajoy de marras sea el más tonto de la clase y por eso lo han elegido, por aclamación, delegado de curso? Dame lentejas trituradas o un pajarillo al vuelo, que yo entonces sí te voy a demostrar lo que son las disertaciones gatunas. Y además, el enganche que tienes con el programa ese de la 2 no es que clame al cielo es que es, como mínimo, de juzgado de guardia o de celda de aislamiento en Soto del Real, donde pasa unas piadosas vacaciones tu informante coleguita, el de los sobres dados por lo bajini a las trescientas mil cospedales que jalonan el territorio patrio. (¿Ves como yo soy tú? Por más que lo intento, no me puedo desprender de esa tu prepotencia discursiva… y farragosa. Y conste que a mí los paréntesis me la traen al pairo). Eres tan inasequible al desaliento e impasible el alemán (ja, ja y ja) que no pasa un día, así se hunda Ceuta entera, desde el Monte Hacho hasta el Tarajal, ida y vuelta, sin que a la misma hora (la de mi siesta, por cierto) enciendas tu televisión de 50 euros (¿a quién coño le puede interesar que hayas comprado en REMAR un televisor de 50 euros; a tus incondicionales lectores? ¡anda ya!) y te pongas a ver el programa, soporífero donde los haya, de tu pasmoso e hiperactivo Jordi Hurtado. ¿Un regulador biológico “Saber y ganar”? Permíteme que te lo diga también con todas las letras y sin que me tiemblen los belfos del hocico gatuno: “Una mierda pinchá en un palo”. Eso es lo que es tu programa favorito, el del cafelito y el cigarrito después de la comidita de régimen y “Cada sabio con su tema”. Menudo tema el tuyo. Donde se pongan “Bonanza”, “Los Chiripitifláuticos”, Perry Mánzon o, ya que hablamos de programas-concurso, “Cesta y puntos” que se quiten tus magníficos de Palafrugell y Alhama y, aún más, el invisible de Juanjo Cardenal (¿no será tu Juanjo el tío Aquiles recalificado en los estudios de San Cugat del Vallés?). En fin, que me tenías más que harto con tus majaderías de sobremesa y por eso decidí un día perderme de vista, aunque nunca me marché de tu lado, estando como siempre he estado en este sofá de terciopelo rojo que se han de comer la polilla y el tiempo insaciables. Que sepas que yo no estoy hecho de tu pasta (yo soy tu antipasta: mortadela, salami y pepperoni, a elegir) y a mí nunca me vas a hacer cómplice de tus maldicientes chismorreos. A partir de ahora seré yo quien, hablando de pasta, parta y reparta el bacalao dialéctico. Ya lo sabes. Y que no se te olvide todo lo que te he dicho cuando regreses al mundo de los tontos.”

Esto fue, sin una coma de más ni una de menos, lo que Virgilio me dijo en sueños. Cuando desperté, el Madrid había perdido 2 a 1 contra el Barça de sus eternas pesadillas. (¡Ancelotti tienes las horas contadas!). Seguía siendo sábado y caía una lluvia gris y taciturna. ¿Fue, quizás, todo ello conjurado un aviso de lo que habrá de venir? En verdad en verdad os digo que los caminos del sofá son inescrutables. (Como los del Señor Gato, sí).

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