CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. DÍA 53: PUÑALÁ TRAPERA por Miguel Ávila Cabezas
De las muchas que llevan dando a diestro y a siniestro sin que les tiemble la mano con que las asestan (como a Él, cuando habitaba entre nosotros, a la hora de firmar sus sentencias de muerte) la última puñalá trapera de la Cosa es la retirada de las becas Erasmus con el curso ya empezado y la excusa (falsa, como el resto de todas las demás) de que hay que ser generosos con quien menos tiene y quitarle todo a quien quiere algo... o menos da… o yo no sé ya la hora que es donde lo blanco es negro, Shakespeare es “el Pichas” al lado de la mejor alcaldesa que en la capital del Reino alabeado vieron los siglos y lo que mengua en realidad no es que mengüe sino que crece y crece y crece sin parar hasta alcanzar el aire todo. El problema siempre son los otros, los, por su gusto, desahuciados del sistema, esos que ven la situación como en los espejos cóncavos del callejón del Gato tras los que Virgilio se solaza últimamente pasando de tirios y troyanos.
El otoño es primavera en el Corte de Mangas que nos hacen todos los días (“pos no me fueras votao”) y la presunta filicida imparte clases de estilo con su dichosa cartita enviada a Tele5 desde la prisión de Teixeiro y diseccionada hasta su último, si frío, aliento por expertas grafólogas, mejores toxicólogos (ponga un toxicólogo en su programa favorito), comisarios de policía (el más templado de todos), jueces para la democracia, periodistas of course y demócratas de toda la vida, entre los que habría que destacar, sin duda alguna, a los preclaros de la opinión pública de este país nuestro de cada día Fernando Ónega y Pedro J. Ramírez. (Sí, Virgilio, el del body y la Exuperancia). (O… o… ¿o es al revés?). Mis neuronas no dan abasto. Estoy que no aguanto más y encima, para colmo de males, a Antonio, el de Alhama, le dieron el finiquito en “Saber y ganar” el jueves pasado. Menos mal que el dios de la sobremesa aprieta pero no ahoga y nos ha enviado a otro Manu, matemático él, que dispuesto está a llevarse hasta el último céntimo de la banca del programa de mis entretelas. De Virgilio para qué voy a hablar. No pasa un día sin que lo emplace para que salga de mi subconsciente, se acomode en el sofá de terciopelo rojo y diga lo que tenga que decir, si es que algo tiene que decir, digo yo. Porque, la verdad, nadie le ha hecho nada que yo sepa; siempre se le ha respetado incluso hasta el punto odorífero de sus canoros eufemismos lentejeros y su desapego cada vez más creciente de mi humana compañía.
Pero como no hay dos sin tres ni tres sin dos, y a ti te encontré en Pedralbes, nuestro incomprendido ministro de, como diría el otro, “Educachón y Chencha” ha dado marcha atrás y héteme aquí, Jesusito mío, que donde dije hace unas horas digo en este preciso instante digo Diego por aquello del qué dirán y de lo que en verdad dicen sus conmilitones de la joven, y vieja, guardia triunfadora. Que tranquilos, que hay Erasmus hasta para echarle de comer a los marranos. No sé si me explico o es que ya tengo la ídem hecha un lío y el reloj de pulsera se me cayó al Yang Tse Kiang la última vez que pasé por allí. Quien vaya a buscarlo, si lo encuentra, que me diga qué hora marca. ¿Irás acaso tú, gato osado? ¿O seguirás ausente en el limbo de los justos una eternidad más? ¡Baja a la tierra, o sube a ella, y da la cara, fiera corrupia, si es que tienech lo que hay que tener y lo que Dioch manda! ¡Carallo!, ¿qué me está pachando?; tal paresce que m’eschtuviera morfocheando en Registrador de la Propiedad. No será Virgilio el autor de chemejante entuerto neuronal… Tengo la chinaaapchis hecha unos chorros y como chiga la cocha achí me acabaré prechentando a las elechiones para ocupar el cargo de prechidente de la comunidad de vechinos del Revellín. Por algo hay que empezar. Otros, menos listos y con abuela, llegaron más alto. Este Virgilio está jugando conmigo al ratón y al gato. He caído nuevamente en su trampa. No soy más tonto porque no me entreno. ¡Virgiliooooo! ¡Da la cara!
- Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
- ¡Virgilio, no te pongas ahí abajo valleinclanesco!
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