Homenaje de Elche a un boxeador motrileño apodado "El Coyote"
Información. Julio de España Moya.- En la noche de ayer nos dejó José Hernández Manrique (Motril, Granada, 1929). Hace más de 80 años llegó a Elche procedente de su tierra andaluza en compañía de sus padres y hermanos. La familia se asentó en Elche, que por entonces era un pueblo industrial en desarrollo en plena post-guerra.
Pepe se crió en la calle, como muchos niños de aquella época, con la necesidad de aportar esfuerzos al mantenimiento familiar. No podían practicar deporte dos hermanos y se lo jugaron en el ring. Curiosamente, el pequeño, «el zurdo», fue quien ganó el desafío. El otro tuvo que trabajar con su padre.
Disléxico, tuvo que superar en el mundo de la vida sus obstáculos y escribía de derecha a izquierda o de izquierda a derecha. Su Elche le apodó «el Coyote», como el héroe de las novelas.
Yo le conocí en los años cincuenta, cuando siendo un niño recuerdo que vi que a un joven desnudo de cintura para arriba lo llevaba la multitud a hombros en la plaza de Chapí, frente al Teatro Principal, cerca de mi casa de la calle Castaños. Acababa de derrotar a Fred Galiana en la Plaza de Toros de Alicante. Entonces el boxeo y el fútbol eran las distracciones deportivas del pueblo.
Luego su historia es rica en combates por medio mundo y Alf Brown, campeón del mundo, y Duilio Loi, campeón de Europa, fueron sus rivales. En sus inicios en la alta competición, a finales de los cuarenta, fue campeón provincial y de Levante del peso gallo (53 kilos) y subcampeón de España. En 1948 logró el título nacional de peso pluma y en 1951 se proclamó campeón de España de peso gallo frente al campeón Tamarit. En 1954 y 1955 peleó por el título europeo en Milán frente a Loi, pero perdió ambos por la incomprensible decisión de los jueces.
Sus beneficios económicos se diluyeron entre las «starlets» de la época, los falsos amigos y los aprovechados que le representaban. «Tenía tantos representantes que hubo combates de los que yo no cobré porque cada uno de ellos se llevaba un veinte por ciento de la bolsa».
Después del esplendor de la victoria fue «juguete roto» y tuvo que sobrevivir: taxista, masajista del Elche, vendedor de calzado, etc. Fue entrenador de muchos boxeadores en Alicante y Elche, que hoy se entristecen por su ausencia, aunque en su lucha contra el Alzheimer en los últimos años él ya no los recordaba.
Hombre genial, «sui generis», especial, que tuvo la suerte de encontrar en Antonia, su mujer, el punto de apoyo para enderezar su vida y compartirla hasta el último segundo. Sus tres hijos dan hoy testimonio de ello. Yo tuve la oportunidad de conocerle y compartir su amor por el boxeo durante 10 años. Descanse en paz.
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