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"REGRESEMOS AL FUTURO" por Ignacio Peláez Pizarro

"REGRESEMOS  AL  FUTURO" por Ignacio Peláez Pizarro

Parece contradictorio el título . Porque regresar normalmente se regresa a lo anterior, al pasado.

Sin embargo, no nos fiemos del todo de las evidencias, pues lo evidente suele ocultar detrás un misterio. 

Para empezar a entendernos quizá nos ayude un ejemplo: supongamos una flecha disparada hacia su blanco. Su ser es caminar hacia ese blanco, hacia su futuro. Pero supongamos que una mano la desvía, la entretiene; ya no camina hacia su blanco. Si quiere caminar nuevamente hacia su blanco, tendrá que regresar a su dirección inicial, regresar a su futuro. 

Nosotros desde que nacemos somos como flecha lanzada hacia su blanco; somos tarea llamada a irse realizando; somos proyecto destinado a plasmarse en obra nueva. Nuestro ser consiste en irnos realizando, en ir dando pasos hacia nuestro futuro; somos en la medida en que caminamos. Caminantes permanentes en dirección a nuestro blanco. 

¿Y en qué consiste esa que somos, ese fundante?.Consiste en irnos haciendo “persona”, sujeto autónomo que gobierna con sus manos las riendas de su destino, en un ambiente de libertad, responsabilidad y convivencia. Tal es nuestra meta, nuestro blanco; tal es nuestro futuro. Y ese futuro lo vamos construyendo en el presente con las herramientas del pasado, que diría Ortega. 

Los que tenemos una visión creyente cristiana de esa tarea que somos, de ese futuro que es nuestro empeño, decimos que esas capacidades germinales (libertad, responsabilidad, solidaridad) necesitan un lazo que las una y les ayude a superar las pugnas posibles entre ellas, para que puedan crecer armonicamente. 

Y para nosotros ese árbitro o lazo de unión es la adhesión a la persona de Cristo y su mensaje. Porque Jesús y su mensaje están empeñados en que el varón y la mujer desarrollen al máximo sus capacidades, se realicen plenamente como personas en comunión con los demás y con la esperanza en un más allá luminoso, que da pleno sentido y razón a lo del más acá. 

Pero a veces ocurre que hay una “mano misteriosa” que nos para, nos desvía, nos entretiene; y ya no caminamos hacia nuestro blanco; ya no nos vamos desarrollando como personas, ya no avanzamos hacia nuestro futuro. Nos entretenemos en y no en ; nos atontamos con el consumismo y no somos solidarios, nos enredamos en egoísmos y no somos libres, nos alienamos con vaciedades y no somos responsables; nos drogamos con bazofia y no somos cultos. Perdemos el norte y caminamos a la deriva. Nos hemos quedado sin nuestro futuro. Nos hemos cargado la ética y ahora nos quejamos de sus desastrosas consecuencias. 

Caminante sin destino y sin camino: así es el hombre posmoderno; se ha quedado sin perspectiva y su mirada miope no le alcanza muy lejos: el futuro se le borró y la esperanza le ha abandonado. Tantea hacia dónde dirigir sus pasos, mientras va viviendo el día a día, sin hacer mucho caso de las víctimas que van quedando en la cuneta de la vida. 

Por eso urge descubrir nuevamente el futuro y regresar a la dirección inicial que nos lleva a él; urge regresar al futuro, para que las personas sean más “persona” y no se conviertan en lobos de los otros, en expresión de Hobbes.

 Esta ascética de regresar al futuro tiene otra virtualidad: la de unir el pasado auténtico con el presente dinámico y con el futuro utópico. El pasado auténtico, pues se trata de regresar a lo germinal, a las raíces, a lo fontal. El presente dinámico, pues quiere utilizar todos los medios disponibles. Y el futuro utópico, pues mantiene encendidos la esperanza, la ilusión y el amor.

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