El fotógrafo y el peluquero, dos instituciones del pueblo motrileño
El objetivo de la cámara los enfocó y los sacó de esta guisa. Son dos instituciones del pueblo. De la ciudadanía. De los de a nivel de calle. Son personas de honor. De valores. De los que dan la mano y sellan su palabra como si estuviera el notario delante. El fotógrafo Pepe Montoro y el peluquero Miguel Barranco.
Lo de la fotografía le viene a Pepe de su padre Felipe. A los 17 años deambulaba por la Acera del Casino de Granada con una máquina de fotos de las de minuto. Aquellas que había que meter la cabeza en una tela negra y que los fotografiados debían estar quietos como estatuas. Era fotógrafo ambulante. Así se ganaba las habichuelas. Sus 4 hermanos también eran del oficio al igual que tres de sus cuatro hijos, Antonia Mercedes, Sara y José.
Con los años se fue a Dúrcal y finalmente recaló en la calle San Rafael de Motril. Allí toda una vida hasta que cerró el negocio por jubilación.
Miguel Barranco, tiene la peluquería al lado del ayuntamiento de Motril. A los 10 años se puso a trabajar y desde entonces no ha parado. No sabe lo que es la palabra vacaciones ni lo que significa tener una rato de ocio. Lleva 53 años con la tijera, la navaja y el peine. Y seguirá hasta que el cuerpo aguante. Miguel es uno de los ciudadanos de Motril mejor informado. Lo sabe todo de todo el mundo. Pero eso es para él secreto de Estado. Toda esa documentación conseguida en los mil y un diálogo entre “pelao y pelao” ira a la tumba con él. Puede catalogarse como una especie de confesor, siquiatra, sicólogo, pero en realidad es un hombre a la antigua usanza con una gran dosis de sensatez y prudencia. Hoy solo se dedica a pelar. Ya no hay clientes que se afeiten. Los tiempos han cambiado, como la moda. Lo mismo peina a un chaval con cresta que a un señor le pone de lado a lado los cuatro pelos al genuino y revolucionario estilo Anasagasti, para taparle la calva.
Ahí están. Dos señores del pueblo llano. Sí señor.
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