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449 Aniversario del hundimiento de la flota castellana en la bahía de La Herradura

449 Aniversario del hundimiento de la flota castellana en la bahía de La Herradura

Foto: elgrancapitan.org

Convergenciaandaluza.com.- La pasada semana se cumplieron 449 años de unos sucesos históricos de enorme trascendencia, que sucedieron en la playa de La Herradura. Se trata del hundimiento de la flota castellana en la bahía herradurense, como consecuencia de una enorme tormenta acaecida el 19 de octubre de 1562, en la época de mayor esplendor del Imperio de los Austrias.

Gobernaba entonces Felipe II quien, en pugna con el Imperio Turco, intentaba controlar el mar Mediterráneo. La intensa actividad comercial que se producía necesitaba de unas garantías de seguridad, puestas en entredicho por corsarios y berberiscos.

Las costas eran un hervidero de actividad comercial, y había que garantizar la seguridad y el control en todas sus riberas. Si a ello unimos la lucha sin cuartel que se emprendió por el emperador, en su defensa de la Cristiandad, y la necesidad de hegemonía imperial que impulsaba su política, presente tanto en Europa como en América, entenderemos el contexto histórico que culminó en la importante victoria de Lepanto en 1571.

La pugna con los turcos era básicamente naval, y las galeras eran las máquinas de guerra más importantes para la época. Grandes barcos bien pertrechados, podían llevar a bordo hasta casi quinientas personas, entre los que había que contar alrededor de 150 remeros, que solían ser esclavos o galeotes que permanecían encadenados al banco de la galera. 

En el relato de los hechos que nos ocupa, a mediados de octubre de 1562, una escuadra castellana, o española, compuesta por 28 galeras, al mando de don Juan de Mendoza y Carrillo, había zarpado del puerto de Málaga con dirección a Valencia. Su misión era defender las costas españolas contra posibles ataques de berberiscos y corsarios, aunque su destino más directo era un previsible ataque contra la fortaleza de Orán, en el norte de África. En el trayecto que efectuaban cercano a la costa, les sorprendió durante la noche una tempestad de lluvia y viento de levante, lo que les obligó a buscar refugio en la, tradicionalmente, tranquila bahía de La Herradura, donde anclaron los barcos. El temporal y furor de las aguas, que acabó en una tremenda tragedia, fue transmitido por algunos supervivientes de los hechos. Una narración de la que dieron cuenta dos de sus protagonistas: Martín de Figueroa y Fernando Moyano. Este último, incluso a través de un extenso poema, reproducido por la profesora Calero Palacios, la gran experta y conocedora de estos hechos.

Según el relato de Fernando Moyano, a media mañana de aquel lunes 19 de octubre de hace 449 años, de forma repentina, arreció un fuerte viento del sur y sobrevino un gran temporal con una violencia tal, que no dio tiempo a levar anclas y trasladarse al otro lado de la Punta de La Mona para poder resguardarse del oleaje. La furia de las olas movía sin control a las naves, por lo que se mandó soltar a los remeros. Las galeras comenzaron a chocar unas contra otras, destrozándose, hundiéndose o arrastradas hasta encallar en la orilla. Los supervivientes se lanzaban al agua, aunque la agitada mar hizo que perecieran la mayoría. La nave Capitana de España, mandada por Juan de Mendoza, recibió un golpe de mar que quebró el palo principal del buque, golpeando a Mendoza en su caída y arrastrándolo al mar, muriendo ahogado. La nave se hundió al mediodía, salvándose solo cuatro o cinco personas de las más de cuatrocientas que transportaba.

A las cuatro de la tarde comenzó a calmar la tempestad, dejando un balance de 25 naves destruidas. Sólo tres se salvaron, las que estaban más próximas a la Punta de La Mona y consiguieron, aunque con dificultad, bordearla. Desconocemos el número exacto de víctimas, aunque la cifra más probable es que perecieran en torno a 5.000, lo que convierte el suceso en el mayor desastre de la marina española en cuanto al número de fallecidos, y fueron unos 2.000 los supervivientes. Éstos, remeros en su mayoría, serían enviados a Almuñécar, custodiados por soldados, y llevados a una jabonería, lugar que hoy se llama del Ingenio Viejo. 

Allí acabarían amotinándose y huyendo, provocando robos y desórdenes, aparte de cuantiosos gastos que fueron sufragados, en gran medida, por las dos poblaciones. Cuentan las crónicas que durante muchos días el mar no dejó de acercar cadáveres a las playas, siendo recogidos y enterrados por los vecinos de La Herradura y Almuñécar.
Unos hechos que se guardaron en la memoria colectiva, y que dieron lugar a que el gran escritor español de todos los tiempos, Miguel de Cervantes, hiciera referencia a ellos en la segunda parte del Quijote.

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