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"No hay un duro" por Juan Mateo López

"No hay un duro" por Juan Mateo López

Me gustaría decir que dos más dos son cinco, porque eso sería sinónimo de que las cuentas podrían salirle a los que les han tocado la complicada tarea de gestionar, o que un trabajador es el principal activo de una empresa,  tal y como se contempla en el manual de Recursos Humanos, en vez de un número. 

La crisis, la maldita crisis nos ha deshumanizado. La economía manda. Y manda sin ideología,  sin escrúpulos, de manera improvisada y absolutista, sin importarle quién es quién  y con la única lógica de los impulsos que el momento le genera.

 Es de ilusos pensar que se puede planificar a largo plazo, cuando a medio tienes que decir donde dije digo,  digo Diego.

Se gestiona experimentando con soluciones que al final no es la alternativa deseada sino un parche. Estamos ante un sunami con su típica vocación de arrasar, de llevarse gran parte del estado del bienestar, de la iniciativa privada y de lo público en un cauce traumático de nombres y apellidos, de personas, de seres humanos…

Estamos en eso que se llama catarsis. De purificar nuestras instituciones, nuestras formas de gobernar, nuestras conductas, de pisar el suelo,… de que vivir por encima de nuestras posibilidades  nos ha hecho caer en un pozo sin fondo o de que lo público es de todos y no para el bolsillo de unos pocos.

Ni siquiera los expertos nos pueden trazar un horizonte para saber si podremos o no sobrevivir. Los débiles seremos más débiles, los más vulnerables de esta crisis. La población en la que se contabiliza como clase media dejará de serlo para bajar muchos peldaños sociales. Se avecinan malos tiempos en el que sólo se hablará de ERES, de recortes, de congelaciones, de privatizaciones, de paro, de comedores sociales, de banco de alimentos, de más impuestos, de depredadoras entidades financieras, de embargos…

Sencillamente no hay “un duro”. Nuestras Administraciones están a dos velas…Somos muchas bocas para poco trigo. Las tijeras han comenzado a recortar. Peligra el nivel de calidad de muchas prestaciones sociales, y algunas pueden desaparecer.  

El sentido de unidad, de estar juntos que nos ofrece la clase política europea en su intento de paliar la crisis, se podría extrapolar a todas las instituciones territoriales de nuestro país. Menos indignados tendríamos si los partidos políticos abandonaran  la confrontación, como tradicionalmente se ha venido haciendo, en favor del consenso y del diálogo, junto a los empresarios y sindicatos. Remar  en una misma dirección, aportando y cediendo, sumando y no restando debería ser la actitud de quienes votamos y nos rigen. La clase política, cuando ya es institución, tendría que ser instrumento del sentir ciudadano y no de intereses de siglas.

Los alcaldes viven en sus carnes y con más virulencia la crisis económica. Son los representantes de las instituciones más cercanas al pueblo. Algunos no han podido soportar la presión y han tirado la toalla. Otros cierran los ojos y aplican la tijera y también los hay quienes  hacen el arte de lo posible haciendo su lista de Schindler tratando de salvar el máximo posible de personas del paro ante una situación en las que más de uno tenemos las barbas puestas en remojo.

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