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DIA 9: CON VIRGILIO EN EL SOFÁ por Miguel Ávila Cabezas

DIA 9: CON VIRGILIO EN EL SOFÁ  por Miguel Ávila Cabezas

DÍA 9: Cuando Virgilio determina hacer mutis por el foro no hay dios humano que lo convenza de que la obra sigue desarrollándose con el mismo decorado que presentara en su comienzo, e igual utilería y luminotecnia, y que él, le guste o no, es un personaje de primer orden, un protagonista de los de antes que es como decir de los de siempre.

Lleva Virgilio más de diez días cumpliendo voto de silencio y por más que lo intentamos todos los habitantes, ausentes y presentes, de esta casa que no es casa sino piso que mira a la mar preciosa, no conseguimos sacar de él ni un pobre maullido, ni siquiera un leve ronroneo. “¿Qué te ocurre, Virgilio? ¿Se te ha comido la lengua el gato? Aunque, siendo tú el gato, dudo mucho que el modismo tenga sentido aplicado a tu ser, que no a tu persona”.

Y, abundando en las mismas, es decir, en las lenguas muertas, Virgilio calla y calla y no tiene al menos el detalle de decir “esta lengua es mía”. Pero yo no me arredro y me dirijo a Virgilio en su condición de interlocutor válido, el único en estos tiempos de incuria, sentado a mi diestra en el pertinente sofá de terciopelo rojo. Tengo para mí que en sus últimas entregas “Saber y ganar” avanza a un ritmo inconsistente, un tanto errático, y quitando en parte al de Moratalaz, que tiene cara de listo, y lo es, no hay concursante con el empuje y la gracia de aquel de Palafrugell, que un aciago día determinara dejarnos al no acertar, intencionadamente estoy seguro, ninguna de las siete propuestas de “El reto”. Con tal de ganarme a Virgilio para la causa comunicativa saco arrestos del fondo proceloso del sopor y le planteo el siguiente reto (a la inversa, por supuesto).

“A ver, Virgilio, ¿qué te parece si jugamos un poco al juego de las palabras decapitadas? Sería como un reto al revés”. Y Virgilio, nuevamente, ni fu ni fa. “Venga, hombre, digo gato, es muy fácil. En vez de acertar la palabra por arriba lo hacemos por los dos lados. (…) ¿Es fácil, no?”. “¿Rebozadas las palabras de su mierda semántica? No es mala idea, por Misifú”. (¡Virgilio ha hablado! ¡Virgilio ha hablado! ¿Con qué gatada de las suyas me sorprenderá a continuación? Voyons). “¿Quién empieza?”, añade con los ojos encendidos de sana excitación logotópica, término este último que no sé qué pueda significar pero que aquí encaja como prima de riesgo en trasero de españolito te guarde dios.

“Empieza tú”, le exhorto ansioso. “Vale. Ahí va: “Puñetazo en testuz de rumiante. La última gran mentira del gran impostor”. Y al punto ni cala chapeo ni requiere espada sino que me mira de soslayo, me ofrece a la contemplación mística su lomo indiferente y pasa, simplemente pasa de mí y del universo entero. Ando aún buscando la solución al enigma por entre las frondas de la ignorancia y el miedo.

Tendré que apuntarme a los próximos ejercicios espirituales que se organicen por estos pagos, a ver si la blanca paloma me ilumina y no acaba cagándose, como siempre, en mi también errática cabeza. (Como las últimas entregas de “Saber y ganar”).

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