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DÍA 29: Con Virgilio en el Sofá "EL FIN DEL MUNDO… O MENOS" por Miguel Ávila Cabezas

DÍA 29: Con Virgilio en el Sofá "EL FIN DEL MUNDO… O MENOS" por Miguel Ávila Cabezas

Después de lo del otro día (que si “capullos” por aquí, “ni pollas” por allá o “santos cojones” por acullá), Virgilio y yo hemos convenido ser menos lenguaraces y sí más comedidos en la selección de los vocablos que hayan de componer las respectivas versaciones. Ha sido el nuestro un acuerdo tácito, de los que no se concretan ni verbalmente ni por escrito, pero un acuerdo en toda regla, emocional sin duda, y eso por decirlo de alguna manera. Y es que nosotros dos somos, tanto en la forma como en el fondo y en todas las trazas y facetas de nuestro poliédrico ser, muy circunspectos, por no decir (ya alternativamente decididos a largar, insisto) circunspectos del todo. Menos cuando nos sale de lo más profundo el mamporrero cateto que nos ataraza (ver DRAE, Gabriel) hasta casi despellejarnos vivos. Entonces no hay quien nos pare ni…, ni eso.

Aunque se hará lo que se pueda. Viene toda esta retahíla a colación más que nada porque hoy mismo, unos minutos antes de que comenzara “Saber y ganar” (desde que Óscar Díaz alcanzó el Olimpo de los centenarios, … en ollas), tras el cafetito y el cigarrito, he abierto, así como el que no quiere la cosa, el periódico nuestro de cada día y me he topado de golpe con la noticia de que el Gobierno de los Estados Unidos de América (¡genial el chiste de Gila con su teléfono!) informa a apocalípticos e integrados que el mundo no se acabará el próximo día 21 de este mes que se precipita a su fin con la torpeza propia de un proboscídeo borracho o un cornudo consecuente. Y que nadie se dé por aludido, ¡vive Dios! Ni cometas, ni planetas ocultos, ni calendarios mayas, ni los otros de futbolistas o bomberos en pelotas. Nada de nada. Así que no hay por qué preocuparse. Más inquietud y angustia ha producido en las almas nobles el encontronazo, ayer, de Messi con un tal Artur, a la sazón portero del Benfica. En ese terrible momento nuestro todavía país, el mundo y, por extensión, el universo entero se paralizaron al unísono como si hubieran sido golpeados por una fuerza sobrenatural, por un apocalipsis inexplicable.

¡Messi lesionado! ¡No puede ser! ¡Si era de goma, como la Paloma de la canción! ¡Ahora que le quedaba tan sólo esto para batir el récord, mundial, de Torpedo Müller va el fistro pecador de la meta contraria y se la hace al argentino en plan duodenal! ¿Qué hubiera sido de todos nosotros si la rodilla de Messi se hubiese quebrado con la presteza del cántaro que tanto fuera a la fuente? Ni lo quiero pensar, Virgilio. Te lo digo con el corazón balompédico en la mano. Sin Messi, la prima de riesgo se hubiera puesto más casquivana y salida que nunca, el paro habría escalado la alta cima de los veinte o treinta millones (“todavía pocos”, piensan algunos) y, sí, se hubieran terminado de habilitar despeñaderos y abismos para darle una solución definitiva al problema de la dependencia. Ni que decir tiene que, asimismo, el índice de fracaso escolar hubiera alcanzado cotas inimaginables en todos los centros públicos hasta sobrepasar, por su propia fuerza paralizante, los ignotos confines del firmamento académico. (“Para que luego digan”, remacharán los mismos).

Menos mal, Virgilio, que todo quedó en un mero susto y tal parece que el próximo domingo Messi, tan imprescindible en la cancha de nuestro carrusel deportivo, volverá a jugar. Y si juega, y además marca, el mundo no se acaba sino que vibrará de emoción en una suerte de puro orgasmo colectivo que nos habrá de reconciliar con nosotros mismos, a la par que con la prima de riesgo, el nivel (“inasumible”, según otros) de paro y, sin PRISA pero con pausa, con el índice ese de marras en colegios e institutos (que para lo que sirven…). Y a partir de ahí la existencia será un paraíso y nadie caerá enfermo, ilustre Virgilio, pues esa es condición de marrulleros, zánganos y vividores. ¿Qué te parece? El fin del mundo con Messi eternamente en activo ya será menos. Messi de goma. ¿No opinas tú lo mismo?

-          Ronronronronron…

-          ¡Ah! Ya comprendo.

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