Asaltos y barricadas por Jesús Cascón Murillo
Jesús Cascón.- Sánchez Gordillo se ha metido en un fregado en el que cree salir victorioso por el empuje de Valderas y compañía. Tanta amenaza y vocerío se le volverá en su contra. Un robo es un robo, caballero
Justificar lo injustificable, dar pábulo a conductas delictivas aunque estén adornadas de justicia poética, no es más que un ejercicio propio de necios descerebrados que buscan en la actitud antidemocrática y los hechos propios de bandoleros un fin máximo, una riqueza social absurda y pacata. Amparar los asaltos a los supermercados, en los que Sánchez Gordillo ha sido más que el ideólogo, azuzando a los suyos para que se manchen las manos mientras él, alcalde de innumerables logros políticos, se refugia en la injusticia propia de tiempos del bosque de Sherwood o de la serranía andaluza. Si Sancho Gracia levantara la cabeza a buen seguro desaprobaría la deshonrosa manera de buscar bienes para dar de comer alque no tiene.
No pienso en este alcalde de grandes logros pero con un cable pelado en su cerebro. No pienso en Valderas que aplaude los hechos desde su atril de vicepresidente de la Junta (que manda huevos). Pienso en la criatura que sufrió el empujón, esa empleada a la que estamparon contra la persiana sólo por el hecho de defender su trabajo y a la empresa que le paga. Pienso en la innecesaria forma de reclamar la atención sobre una población carente de empleo y recursos, mediante la desobediencia civil, el asalto, el robo y la intimidación y con una impresionante cohorte de palmeros mártires que ven en esta hora el momento de decir basta a un Gobierno que hace lo que dice Alemania, sí, pero también hace lo que puede.
No pienso en este alcalde de grandes logros pero con un cable pelado en su cerebro. No pienso en Valderas que aplaude los hechos desde su atril de vicepresidente de la Junta (que manda huevos). Pienso en la criatura que sufrió el empujón, esa empleada a la que estamparon contra la persiana sólo por el hecho de defender su trabajo y a la empresa que le paga. Pienso en la innecesaria forma de reclamar la atención sobre una población carente de empleo y recursos, mediante la desobediencia civil, el asalto, el robo y la intimidación y con una impresionante cohorte de palmeros mártires que ven en esta hora el momento de decir basta a un Gobierno que hace lo que dice Alemania, sí, pero también hace lo que puede.
Y sigue siendo el Gobierno legítimo, siguen existiendo leyes y sigue la democracia por estos pagos, aunque los revolucionarios del carrito y la patada pretendan demostrar lo contrario. No sé si es que pertenece a nuestra idiosincrasia, si corre por nuestras venas, pero lo cierto es que los andaluces nos convertimos en desgraciados protagonistas de la actualidad de manera muy frecuente, aparecemos cuando hay más porquería, para llenar aún más de porquería las noticias.
Y lo peor de todo es que sigue siendo habitual que, tras estos sucesos tan desagradables no haya casi nunca un alto mando de gobierno que salga a la palestra a poner orden, condenar los hechos y tranquilizar a la población. Con su pan se lo coman.
Me imagino a estos de consejeros en San Telmo, proponiendo leyes para eliminar latifundios, repartir tierras y expropiar ’Mercadonas’. Maldita la culpa que tiene el dueño del establecimiento, maldita la culpa que tienen los empleados de esta puta crisis.
La tenemos todos, absolutamente todos, por negarnos a quitar el velo de los ojos cuando los chorizos especuladores han gobernado este país y esta comunidad a su antojo. Hoy en día, esos siguen disipados entre las sombras, quitándole jornal a los jornaleros, enchufando a sus familiares y dándose golpes de pecho ante las cámaras para seguir mangando en la oscuridad. A esos no les asalta Sánchez Gordillo y sus secuaces. Contra esos nada tiene que decir Valderas y sus acólitos. Ha tenido que ser el Banco de Alimentos el que los ponga en su sitio: "no vamos a aceptar comida procedente de un robo", dijeron. Con dos pares.
Por cierto, al alcalde de Marinaleda se le olvida que los mártires encadenados, los encerrados por sus ideas políticas no son esos a los que él se quiere parecer. Cuando la sociedad contemple que lo meten preso por hacer chorizadas, el halo de heroísmo caerá por sí solo. Y todos olvidarán sus buenas obras en el pueblo, tachadas de la mente general por tanta gilipollez revolucionaria.
Por cierto, al alcalde de Marinaleda se le olvida que los mártires encadenados, los encerrados por sus ideas políticas no son esos a los que él se quiere parecer. Cuando la sociedad contemple que lo meten preso por hacer chorizadas, el halo de heroísmo caerá por sí solo. Y todos olvidarán sus buenas obras en el pueblo, tachadas de la mente general por tanta gilipollez revolucionaria.
0 comentarios