DIA 16: CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. Pruritos Independentistas por Miguel Avila Cabezas
Virgilio, sigo con eso que tú ya sabes desde la última vez que nos vimos (no te me apareces en el sofá) y “eso” rebrota en mí una y otra vez como las malas noticias o la consoladora mentira de quienes la dicen impunemente subidos a los altos estrados y sin que se les caiga de vergüenza la pesadísima carga de su jeta. Como no puedo independizarme de los mis pies y las mis manos (tampoco lo pretendo, aunque a veces me entran tentaciones de cincelarme con el soplete hasta el alma incluso), contrito como estoy convivo con ellos (y con ellas) como mejor puedo: ora ignorándolos, ora consintiéndolos y ora (et labora) contemplándolos fijamente durante un eterno minuto como preguntándoles qué mal les he hecho yo para merecer este triste pago que desde hace un tiempo inmemorial (cuando los trigos encañan / y están los campos en flor) sin tregua alguna me dan.
Tú bien lo sabes: yo no soy esos que al primer envite del fatal destino abandona la nave sin tener al menos la deferencia de gritar antes aquello de “¡Los andaluces y ceutíes, primero!”. Cumplo a rajatabla lo que me recomiendan especialistas, otros galenos y las buenas normas de la urbanidad, y entre esta cremita hidratante, aquel irrisorio antihistamínico o la morosa gragea de por las noches antes de acostarme me las veo y me las apaño en este proceloso mar de lo mío. (¡Cuán dura se me muestra la palabra gragea!). Hoy toca lluvia y más lluvia por lo que me ha sido imposible, marcando el abatido paso del dolor, salir ahí afuera y llegarme al estanco de La Marina para comprar la prensa canallesca.(…)
Sí, ya sé que ahora me vas a decir lo de siempre: “Para lo que hay que leer…”. Pero es que resulta que desde este mismo lunes (ayer, sin ir más lejos) estoy guardando en su cartilla los cupones de la oferta de los vinos por lo que haya de venir, y perdona por el falso políptoton. Tú bien sabes que, desde que yo era así de chico, siempre me ha gustado tener a las palabras por compañeras de juego, de forma limpia, no pienses lo contrario, pues nunca pretendí trastocar sus genuinos significados como tan alegremente algunos hacen, han hecho y, si nuestra incomprendida Mazagatos (Sofía) no lo remedia, seguirán haciendo per saecula saeculorum. (¡Ay, la semántica!).(…)
Estamos atrapados en pleno temporal (es otoño) y hay quienes, con su vista de lince puesta más allá de la nada, distinguen en el horizonte “brotes verdes”. “¿Brotes verdes? ¿De qué?”, yo me pregunto y les pregunto, recibiendo el implacable vacío por respuesta. Otros, los más alelados, no tienen empacho en afirmar, monarcas del hartazgo, que de ésta saldremos sí o sí, y con el cuchillo en la boca. Yo que sus anfitriones me cuidaría muy mucho de organizarle una protocolaria visita a la reserva de proboscídeos más a tiro pues nunca se sabe con qué oscura, y oculta, intención quieren llevar, placado en su impoluta dentadura, el susodicho cuchillo.
En fin, ya ves, aquí estoy hablándole de nuevo al fantasma de la indiferencia. “Saber y ganar” hace más de media hora que terminó. Rodrigo I, el Grande, no sigue. Y el concursante de Valencia tal como llegó se marchó, es decir, ligero de equipaje, aunque con veinte euros de ganancia en su magro bolsillo que, habida cuenta de cómo están las cosas, estirándolos dan para mucho, hasta para mercarse en lo de los chinos un juego de falsas navajas de Albacete, esas que, bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Y para muchas más, si me apuras.
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