DÍA 25: Con Virgilio en el Sofá "SE NOS JODIÓ EL BELÉN " por Miguel Ávila Cabezas
A Gabriel, de la REPSOL de Salobreña, que me lee con diccionario.
Se acerca la Navidad, Virgilio, con su alegre parafernalia de aparentes abetos (y también de los de verdad), zambombas, panderetas, lucecitas parpadeantes, mantecados en oferta, turrones, peladillas, mazapanes, polvorones, radiantes bolas de plástico para colgar acá y acullá (sobre todo de los citados abetos), anises, anisetes, licores de menta, sidra, cavas (independentistas o no), sus langostinos y endivias con queso roquefort, sus ensaladas de brotes tiernos, sus angulas (¿) y, de unos tiempos a estas partes, esos papásnoeles subiendo por la indiscreta escala, si no a los aposentos de Melibea sí al imaginario de tanto infante (e infanta) que aún no cree en tales cosas, o acaso sí, vete tú a saber, pues habida cuenta de cómo se está poniendo el asunto que tanto a todos nos concierne van a quedarnos como último recurso de supervivencia nuestras Damas de la Caridad de toda la vida y la fe en un Cristo salvífico renacido un 24 de diciembre, una y otra vez, hasta que salgamos de esta o hasta que el mundo se apague… definitivamente.
Todo ello, bien es cierto, ad maiorem gloriam de El Corte Inglés, que es el que parte y reparte el bacalao en esto de las celebraciones y fiestas de guardar. ¡Ah, la Navidad! ¡Qué fechas terminales tan propicias para el reencuentro de padres, hijos, hermanos, cuñados, suegros, suegras, yernos, nueras, nietos, primos y otros miembros pródigos del clan familiar al que tanta cohesión y pertinencia le ha devuelto la sempiterna crisis! ¿No querías familia extensa? Pues toma crisis, y agárrate bien los machos que vas a tener familia extensa, y con bronca a los postres incluida, hasta en la cola del baño… y del paro.
La Navidad no es Navidad, Virgilio, sin el tradicional belén. A los tres proyectos básicos en los que debe fundamentarse cualquier existencia digna de tal nombre (lo del libro, el hijo y el árbol) habría que sumar uno nuevo, la cuarta pata dimensional del ser: el montaje de un belén. Como te lo digo. ¡Ay, cuánto añoro aquellos tiempos en los que Él habitaba entre nosotros y quienes a la sazón éramos niños sin saberlo, cegados por el resplandor de las cercanas fechas, en lugar preeminente de la casa habilitábamos un belén, el nuestro, como Dios entonces mandaba: con sus pastorcillos (y pastorcillas) de barro cocido, con sus gallinas picoteando en los puntos más dispares, la noria que no daba vueltas, el rebaño de ovejas, la nieve de arenilla, el musgo hiperrealista, el toque escatológico del caganet, el ángel volatinero sobre el portal (¿no fue antes del parto?), los tres reyes magos de Oriente, sin motivo de discriminación alguna por el color de su piel, con los camellos y su séquito polícromo, el río de papel de aluminio, la estrella, que no era tal sino cometa de cartón con purpurina y, por supuesto, alumbrados al fondo por una breve lucecilla, San José, la Virgen María y el Niño Jesús en el pesebre, flanqueados los tres por la mula y el buey, gozosos con la emotiva escena. Y, sin embargo, el otrora Gran Inquisidor y agora Sumo Pontífice, en un revelador rapto biografista (La infancia de Jesús, a 17 euros para el que quiera entender), ha declarado, urbi et orbe, que de mula y buey nasti de plasti, es decir, nada de nada; que si había pastores no estaban allí sino para lo suyo y que lo de la estrellica de purpurina, la que señalaba el adónde había que ir con el oro, el incienso y la mirra, era otra cosa de mayor enjundia y más lejana procedencia: una supernova. ¡Ele ahí, con dos cojones astronómicos y la plena infalibilidad que le otorga su condición de interlocutor legítimo… del Espíritu Santo!
¿Y ahora qué? ¿Y mañana? Aquí no hay Dios que se aclare. Un belén no es belén sin su mula ni su buey. Eso lo sabe todo el mundo. Y esto es solo el comienzo. No te extrañe, Virgilio, que el día de mañana un Alguien Mayestático se deje caer con que el misterio de la Santísima Trinidad no es más que una simple ecuación cuántica que se puede comprar en las ferreterías por ná y menos. Lo que te digo: una Navidad descafeinada. El signo de los tiempos. Perdido me siento en un mar de tinieblas, Virgilio. Esto es lo que no hay en los escritos. El sursum corda.
- Habemus ad dominum.
- ¡¡??
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