"Arenas movedizas" por Jesús María Cascón Murillo
Vergüenza, indignación, asombro, incredulidad, perplejidad…pongan el calificativo que deseen, porque eso es lo que sentimos el pasado martes todos los que hemos pertenecido al PP tras ver y leer lo que se dijo tras la comparecencia de dos de los antiguos secretarios generales de los populares.
Tanto Álvarez Cascos, del que se esperaba que pudiera caer en la tentación de ajustar cuentas con sus ex compañeros de partido, tras las puñaladas recibidas en su feudo asturiano con el consentimiento y aliento de Rajoy y Cospedal, como Javier Arenas negaron ante el juez Ruz tener conocimiento de sobresueldos, sobres e, incluso, en un alarde de cinismo, admitir cierto descontrol a la hora de preocuparse, como máximos responsables del partido, de las donaciones entregadas por los empresarios incautos que llegaban hasta Génova para entregarle cantidades desorbitadas al mandamás, según ellos de la finanzas, el ya ex gerente y compañero "Luis el Cabrón".
Según las declaraciones del martes en el PP de Rajoy, el PP de Aznar e incluso en el PP de Manuel Fraga, el descontrol a la hora de vigilar y fiscalizar las donaciones y los ingresos habría sido la norma general; según ellos ni los presidentes ni los secretarios generales tendrían pajolera idea de quienes eran los empresarios que se acercaban hasta la sede nacional para depositar sus donaciones, suponemos que a cambio de favores a la hora de resultar agraciados con la concesión de suculentos contratos por parte de las administraciones gobernadas por el PP.
Tanto Arenas como Cascos coincidieron, toda una sorpresa, en advertir al juez que el único conocedor y responsable de ello habría sido el señor Bárcenas. O sea que en un partido presidencialista, en un partido donde nadie osa moverse o discrepar, ahora resulta que a la hora de controlar los ingresos y gastos nadie sabría nada salvo el gerente y el tesorero. Vamos que ni se olían quien o quienes eran aquellos empresarios que decidían apoyar económicamente al partido con grandes sumas de dinero.
Hablo con conocimiento de causa porque he estado en Alianza Popular primero, y después en el PP como gerente y secretario, y la verdad es que me resulta imposible creer los argumentos de Cascos y Arenas. Pero me imagino que ésta no sólo es una impresión mía sino que la comparten la mayoría de los ciudadanos de a pie de este país, hayan o no votado al PP.
Negar ese desconocimiento y admitir el descontrol por conocer quien o quienes han sido a lo largo de estos años los donantes y benefactores del partido es, cuanto menos, un insulto a la inteligencia, un desprecio absoluto a los ciudadanos y una bofetada a los militantes que pagan religiosamente sus cuotas y ponen la cara durante estos tiempos que corren defendiendo lo indefendible, consintiendo a unos dirigentes que ni se lo merecen ni están dando la talla, sin duda más preocupados por defender sus intereses que por esclarecer la verdad, esa verdad que todos queremos conocer y que serviría al menos para lavar en parte la mala imagen que hoy tienen los españoles del PP y de sus responsables.
No sabemos aún qué pensará el señor Rajoy de lo dicho por ambos dirigentes, aunque me imagino que después de escucharle a él mismo en el Congreso, negando los contactos con Bárcenas o negando incluso la permanencia del gerente en el partido tras estallar todo el escándalo, cosas ambas que se han demostrado no ser ciertas (ahí están los SMS y las últimas nóminas del gerente para demostrar que al menos Rajoy no estaba al tanto de lo que sucedía a su alrededor) habrá respirado tranquilo. Si es así, yo no lo creo, mal haría el presidente del partido y presidente del Gobierno, de ahí que ahora todos estemos a la espera de lo que nos pueda decir el próximo día 31 cuando desde sus tierras gallegas cierre sus vacaciones y dé el pistoletazo de salida al nuevo curso político. Para esa cita son muchos los dirigentes del PP y sobre todo muchos más los militantes del partido los que esperan un gesto de autoridad, un golpe encima de la mesa por parte de Rajoy y sobre todo un anuncio de regeneración del partido que sólo puede llegar tras la convocatoria urgente de un congreso extraordinario.
Un congreso para soltar tanto lastre como sea necesario, en el que aparezcan caras nuevas y limpias, cita en la que desaparezcan todos aquellos implicados en este escándalo y caiga quien caiga; un congreso en el que los nuevos que entren adquieran el compromiso de limpiar esa imagen que otros se han preocupado de enturbiar con sus ambiciones personales, más preocupados por llenar sus bolsillos que por defender los intereses de los ciudadanos. Sólo ese puede ser el anuncio que lance el próximo día 31 Mariano Rajoy a los suyos.
Lo contrario, es decir, poner parches, continuar negando desconocimiento y descontrol, continuar echando la culpa a un gerente, por muy “cabrón” que éste sea, sólo conduciría a continuar instalado en unas arenas movedizas que al final terminarían llevándose la ilusión de todos aquellos que hemos estado en el partido o que en estos momentos se parten la cara defendiendo a unos dirigentes que no lo merecen.
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