ELECCIONES PRIMARIAS ABIERTAS por Juan Carlos Benavides Yanguas (PA)
Los años transcurridos desde las primeras elecciones democráticas en 1979 han puesto en evidencia las carencias de una ley electoral aprobada para cubrir un periodo de transición política, pero que ha quedado totalmente obsoleta.
La irrupción de la democracia en los ayuntamientos supuso una fuerte bocanada de aire fresco que barrió en gran parte las anquilosadas estructuras municipales de la dictadura, al tiempo que contribuyó de forma decisiva a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Es innegable que los vecinos, desde las grandes ciudades a los pequeños pueblos, empezaron a ver en los ayuntamientos algo próximo y en muchas ocasiones, la única administración a la que acudir para resolver los problemas.
La trasformación del hábitat urbano de nuestro país ha sido vertiginosa, cubriendo en tres décadas el atraso histórico de cien años. Siendo el balance globalmente positivo, la rapidez de estos profundos cambios, junto con las presiones especulativas y casos demasiado frecuentes de corrupción, han teñido de sombras este periodo de gestión municipalista.
El “adocenamiento” de la clase política en nuestro país, que han convertido el servicio público en una profesión, en un mero mecanismo para alcanzar un empleo y un nivel retributivo que no les es asequible fuera de la política, ha contribuido a alejar a los cargos electos de los ciudadanos y a cambiar las ilusiones y esperanzas de la transición democrática en hastío y desengaño.
A este “vaciamiento” democrático de los ayuntamientos ha contribuido decisivamente una ley electoral que no solo no responde, sino que bloquea las ansias de cambio y revitalización democrática de amplios sectores de la ciudadanía.
El sistema de listas cerradas y bloqueadas que impone la ley electoral impide de facto el control de los electores sobre sus representantes. Se ven abocados a votar el “paquete cerrado”, sin poder ejercer su derecho a prescindir de aquellos candidatos que no considere idóneos. El objetivo de las élites dirigentes de los partidos políticos no puede ser más evidente: Asegurándose el control de las listas se garantizan la fidelidad de los candidatos. “El que se mueve no sale en la foto”.
Este control partidario, ajeno al espíritu constitucional, es también en gran medida el responsable de la otra perversión del sistema electoral, los pactos alcanzados de espaldas a los ciudadanos entre los partidos perdedores, al no estar regulada la elección directa de los alcaldes, para evitar que gobierne la lista más votada. En algunos casos se dan circunstancias tan retorcidas como en Almuñécar con un “pacto de sangre e intereses” entre una rancia derecha y unos falsos comunistas.
La negativa de los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, a cambiar una ley electoral que está asfixiando la democracia local, nos obliga a realizar un esfuerzo para poner en marcha mecanismos que permitan superar el creciente abismo que separa, a partidos políticos e instituciones, de los ciudadanos.
Necesitamos abrir de par en par las puertas de los partidos políticos, cauce necesario y casi imprescindible de la democracia, para que el conjunto de la ciudadanía deje de verlos como una secta ajena al interés público que lo único que pretenden es perpetuar sus privilegios.
Este es el camino que hemos emprendido en el Partido Andalucista de Almuñécar-La Herradura con el proceso de elección de nuestros candidatos con un sistema de elecciones primarias abiertas a todos los vecinos mayores de 16 años, sin exclusiones.
Esto nos permitirá conocer las preferencias de los ciudadanos sobre quienes son las personas más idóneas para conformar el equipo que asumirá la responsabilidad de superarla parálisis y el vacío del gobierno encabezado por el PP y sustentado por IU, dinamizar la economía y crea empleo, prioridad absoluta de nuestra acción de gobierno.
El camino está abierto y para que sea un instrumento eficaz que nos ayude a recuperar la ilusión y el dinamismo que siempre ha caracterizado a nuestra ciudad y podamos superar la crisis, debemos de transitarlo.
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