Marruecos hace oídos sordos ( Heraldo de Soria)
En las inmediatas 24 horas han sido cuatro las pateras interceptadas en diferentes puntos de las costas andaluzas, la última de las cuales llegaba ayer mismo, con 30 indocumentados a bordo, al sur del municipio granadino de Casteldeferro. Con anterioridad, el sábado fue localizada una primera patera con unos 50 indocumentados, de los que siete eran menores de edad, a unas seis millas de la costa de Tarifa, en la provincia de Cádiz. La segunda embarcación ilegal fue interceptada con unos 67 inmigrantes a unas diez millas al sur de Salobreña (Granada), entre ellos una treintena de menores y una mujer. Una tercera embarcación fue avistada a unas 30 millas al sur de Adra (Almería). De los 62 inmigrantes que llegaron, siete eran mujeres y once presentaban fuertes hipotermias y estados de deshidratación.
La costa andaluza vive este drama regularmente desde hace años y la policía la asume con la humanidad que toda persona merece, y más en las condiciones en que muchas de esas personas llegan. Pero resulta intolerable que España acepte esta situación que está siendo permitida, cuando no alentada, por un Gobierno vecino que, en recientes conversaciones con el presidente Rodríguez Zapatero, aceptó ponerle coto. No podemos ignorar, ni lo ignorará tampoco el Gobierno marroquí, que este tráfico ilegal de desesperados, que vienen a nuestras costas en busca de la simple subsistencia que no les ofrece su país, está en manos de mafias que les engañan y roban, y esta red de delincuentes, en un país de las características de Marruecos, no puede existir sin la connivencia de las autoridades.
Lo que está ocurriendo desde hace tiempo en el Estrecho de Gibraltar es una burla a un país vecino, España, que permanentemente está dando muestras de buena voluntad y que merece mejor trato por parte de Marruecos. Una burla que el Gobierno español deberá atajar seriamente y no permitir que la nación alauí siga sorda y ciega, pese a sus promesas, esta tragedia de las pateras o a las avalanchas humanas como las que recientemente se han producido en la frontera de Melilla. Marruecos no cumple con su parte y España se lo debe de exigir.
La costa andaluza vive este drama regularmente desde hace años y la policía la asume con la humanidad que toda persona merece, y más en las condiciones en que muchas de esas personas llegan. Pero resulta intolerable que España acepte esta situación que está siendo permitida, cuando no alentada, por un Gobierno vecino que, en recientes conversaciones con el presidente Rodríguez Zapatero, aceptó ponerle coto. No podemos ignorar, ni lo ignorará tampoco el Gobierno marroquí, que este tráfico ilegal de desesperados, que vienen a nuestras costas en busca de la simple subsistencia que no les ofrece su país, está en manos de mafias que les engañan y roban, y esta red de delincuentes, en un país de las características de Marruecos, no puede existir sin la connivencia de las autoridades.
Lo que está ocurriendo desde hace tiempo en el Estrecho de Gibraltar es una burla a un país vecino, España, que permanentemente está dando muestras de buena voluntad y que merece mejor trato por parte de Marruecos. Una burla que el Gobierno español deberá atajar seriamente y no permitir que la nación alauí siga sorda y ciega, pese a sus promesas, esta tragedia de las pateras o a las avalanchas humanas como las que recientemente se han producido en la frontera de Melilla. Marruecos no cumple con su parte y España se lo debe de exigir.
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