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"La curiosa historia del conejo más antiguo del Mundo: un conejo salobreñero" por Fernando Alcalde

"La curiosa historia del conejo más antiguo del Mundo: un conejo salobreñero" por Fernando Alcalde

Hace unos días tuve la ocasión de degustar un magnífico conejo al ajillo que una amiga solidaria había rescatado de un célebre restaurante antequerano. El bichito había sido servido a unos invitados estadounidenses y estos, sorprendidos de que en este país nos comiésemos a estas simpáticas mascotas, parientes asilvestrados de Bugs Bunny, renunciaron a saborearlo, gracias a lo cual finalmente llegó a las cumbres de Sierra Nevada, donde fue incorporado a nuestro sistema digestivo. Se suscitó allí una conversación sobre su origen que creo puede interesar a los lectores, ya que, no sé si sabrán, Salobreña pasa por ser la patria del conejo; al menos el lugar donde apareció el fósil más antiguo de su linaje.

Corría el año 1977 cuando el investigador López Martínez,  especialista en pequeños mamíferos fósiles, describió la presencia de un animalito del género oryctolagus en un relleno kárstico de Salobreña. Su datación los remontaba hasta el final del Mioceno, es decir, hace casi 6 millones de años, lo que significaba la cita más antigua de los restos de un conejo en el mundo. Ahí es nada. No se desanimen, que paso a explicar toda esta palabrería científica de inmediato.

Las cuevas y fisuras suelen ser lugar habitual de refugio de  pequeños predadores y aves rapaces, especialmente las nocturnas como el búho, la lechuza, etc. Estas aves tienen la peculiaridad de ingerir sus presas casi enteras para posteriormente regurgitar los restos de piel, pelo y huesos en una bola que se denomina “egagrópila” que suele depositarse al pie de sus posaderos. Las cuevas, con el paso del tiempo, van acumulando sedimentos hasta colmatarse, de tal modo que quedan fosilizadas, con todos estos restos dentro. Es lo que llamamos un relleno kárstico y su estudio arroja una importante información sobre la fauna, el clima y los paisajes desaparecidos.

Pues bien, en una de estas fisuras situada en Salobreña se describieron una serie de  restos que han permitido explicar las transformaciones que ocurrieron en el Mediterráneo hace más de 10 millones de años y que tienen que ver con fenómenos de cambio de posición de los continentes, desecación parcial del mar y grandes movimientos de fauna, donde se incluye la primera presencia conocida de oryctolagus.

El término Oryctolagus proviene del griego oruklés, que significa excavador, y lagos, que significa liebre. El conejo silvestre, Oryctolagus cuniculus, es una especie autóctona de la Península Ibérica, cuya abundancia dio nombre a nuestro país. 

Efectivamente el nombre de España alude a esta situación. Los fenicios que arribaron a las costas Ibéricas la denominaron con el nombre del animal más similar de sus conocidos, los Sapham o damanes, que por ese motivo, fue llamada I-Saphan-im, país o costa de damanes. Este nombre derivaría posteriormente en la terminología romana como Hispan-ia.  La primera cita del nombre conejo es del historiador grecorromano Polibios (150 a.C.) que los llamo K´yniklos, que parece una helenización del latino cuniculus, derivación del ibero cuniculi, término con el que el poeta Cátulo ya calificaba a España al principio de nuestra era: Cuniculosa. Un compatriota de este, Plinio el viejo,  en su Historia Naturae, habla de los problemas de su superpoblación; entre otros, el minado de la muralla de Tarragona.

Los estudios de ADN han demostrado que todos los conejos actualmente existentes  derivan de los originarios de la Península Ibérica,  expandidos por el hombre al resto del mundo. El abuelo o abuela de todos ellos se encontró en Salobreña; y un tataranieto nos reconfortó en las cumbres de Sierra Nevada.

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