DIA 19: CON VIRGILIO EN EL SOFÁ: "No somos nadie" por Miguel Ávila Cabezas
“¿Qué está pasando en este país?”, se pregunta, atónita, la gente. ¿Y mañana qué va a pasar?, no dejamos de preguntarnos. Que sepas, Virgilio, que lo del otro día te lo disculpo, aunque tú no me hayas pedido excusas de ningún tipo. Y ya que hablamos de pasar, bien que te pasaste, mínimo, los catorce pueblos reglamentarios con lo de que “Saber y ganar” debería durar lo que dura un nirvana, más o menos. Seguro que te sobrevino entonces uno de tus prontos de gato malafollá, de esos que te dan cuando abro la boca para hablar de… temas.
Pero no todo va a ser dormitar, comer puré de lentejas o pienso para gatos esterilizados y con tendencia al sobrepeso, marcar territorio, cazar con la imaginación y ronronear. Digo yo que de vez en cuando, no a todas horas, se pueden tantear otros asuntos de más profundo calado, es decir, menos alimentarios o escatológicos. Tú ya me entiendes. Yo, en el fondo, no soy de los que adoptan la típica estrategia del avestruz que hunde su cabeza en el plato de sopa aún caliente para de esa forma no enterarse de lo que pasa ahí afuera.
Como si ello fuera posible o viable por mucho que pulsemos el botón de apagado del televisor en esos infaustos tramos horarios de los informativos; o por mucho que destinemos el euro treinta (¡doscientas dieciséis de las antiguas pesetas!) del periódico a obras de caridad tales como comprar un ¿kilo? de plátanos en el colmado de la esquina (todas las esquinas que de tales se precien tienen su colmado) y repartirlos uno a uno en las puertas de los colegios que aún permanecen en pie, que el fósforo es muy bueno para encender las ideas y mantener siempre viva la memoria de lo que habrá de llegar…(…)
¿Que por qué no lo hago? ¿Por qué crees tú que no lo hago, Virgilio? Porque soy un cobarde acomodado que, con las manos sucias de tinta, ve el mundo a través de las páginas de un periódico o desde la ventana indiscreta que siempre tenemos abierta frente a nuestro sofá de terciopelo rojo. El mundo al revés. La mentira. Lo grotesco. La realidad deforme. El esperpento.
Virgilio, España se está convirtiendo a marchas forzadas en un triste esperpento de sí misma. Nuevamente en el figurín de la miseria europea. La Europa de los mercaderes. España se mira un día tras otro, y sin remedio, en el espejo cóncavo del infortunio y la desesperación. Y del salón en el ángulo oscuro aún no ha surgido una voz que, como a Lázaro, le diga “¡Levántate y anda!”. Así, las mafias de vario pelo campan a sus anchas por el solar patrio hozando entre las cenizas que han producido sus políticas de reducción del déficit, ajustes presupuestarios y otras austeras contingencias. No somos nadie, Virgilio, y menos en pelotas, que es como nos están dejando los amos de la cosa nostra, esos jerarcas absolutistas del desahucio y la porra.(…)
¿Ahora me preguntas tú qué hacemos para arreglar tamaño disparate? Nada, te respondo. Unos por comisión y otros por omisión han arrojado a España por el sumidero del pesimismo y el desamparo. ¿Qué hacer? Lo mismo habría que dejar de mirarse al espejo deformante de la autocompasión y romperlo, ya, en mil pedazos. Después, quizá, salir a la calle o echarse al monte para liársela parda a esos mafiosos diversos que, además de la calderilla, nos están arrebatando la poca dignidad que aún nos queda. Y, por último, poner en su lugar a otros mafiosos que intenten arreglar el estropicio que causaron sus antecesores. La vida es así, muchacho. Cíclica. Es el imperativo del eterno retorno.
- ¿Sabes una cosa? No tenéis solución. Te lo dice un gato fajado en las mil batallas libradas del sofá de terciopelo rojo al terrario y del terrario a la escudilla, por no decir cuando me da por marcar territorio en los alrededores del dulce y cálido hogar. Y ahora deja ya de carretearme con tus melodramas, que están echando por la 2 un documental de aves exóticas y mi imaginario y yo nos estamos relamiendo de gusto.
- ¿Pero a qué viene esta reacción tuya, Virgilio? ¿Por qué me hablas así ahora? Contigo no hay quien se aclare. Cómo se ve que eres el típico gato posturitas, que pasa de todo, un ácrata de andar por casa. Eres, permíteme que te lo diga, un redomado cansino.
- ¡¡Despajico conmigo, eh, despajico, despajico!! ¡¡Que tiro de cheira de abajo a arriba y te echo las tripas en un canasto!!
- ¡¡??!! Pero…, Virgilio, ¿estamos locos o qué?
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