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DÍA 28: Con Virgilio en el Sofá "¿CUMPLEAÑOS FELIZ? (DIÁLOGO IMPOSIBLE)" por Miguel Ávila Cabezas

DÍA 28: Con Virgilio en el Sofá "¿CUMPLEAÑOS FELIZ? (DIÁLOGO IMPOSIBLE)" por Miguel Ávila Cabezas

-          Venga, Virgilio, alegra esa cara, que hoy es fiesta y no hay que trabajar.

-          Ya. Te quieres quedar conmigo, ¿no?

-          Por favor, Virgilio, en absoluto. Solamente te digo que hoy, día 6 de diciembre, los españoles (y españolas) tenemos un más que sobrado motivo para sentirnos felices. Nuestra Constitución, la Constitución de todos (y todas) cumple, incólume, treinta y cuatro años, que se dice pronto.

-          Decididamente te estás quedando conmigo. A irónico y dual en este preciso momento no hay quien te gane. “Incólume”… Tú estás de coña, ¿no?

-          ¡Que no, hombre (digo “gato”), que no! Solamente tienes que levantarte del sofá de terciopelo rojo y salir a la calle, a la zona de los contenedores si quieres, para comprobar el día tan espléndido que hace.

-          ¿Y a mí qué me importa que haga un día, como tú dices, espléndido o no? ¿Tú crees que, a mis años y con mis incontables kilómetros recorridos a lo largo y ancho de este paraíso cerrado para muchos me voy a tragar eso de que hoy hace un día “espléndido” porque celebráis, vosotros (y vosotras), el trigésimo cuarto canto de cisne de una Constitución que en su día (un 6 de diciembre de 1978, ¿no?) ya nació herida de muerte?

-          Pero, Virgilio, ¿cómo puedes afirmar eso de “herida de muerte”? ¿A quién se le puede ocurrir tal despropósito?

-          A mí, por ejemplo. Mientras tú te tiras un día detrás de otro fallando más que la típica escopeta de feria en “Cada sabio con su tema” o, mejor ni pensarlo, en “La pregunta caliente”, con tu cafetito y tu cigarrito, yo no pierdo el tiempo y me cultivo. Que sepas que me he leído la (vuestra) Constitución de cabo a rabo, es decir, desde el Preámbulo hasta la Disposición Final, con sus 169 artículos y sus Disposiciones Adicionales, Transitorias y Derogatorias. Incluso te la podría recitar entera de memoria.

-          Me dejas de piedra, Virgilio. Eres más falso que un billete de ocho euros. Que conste que te lo digo con cariño. Pero si es imposible que tú sepas leer. Con el debido respeto y sin que parezca que te quiero dejar por mentiroso, no ha habido en la historia universal de los gatos (y gatas) ninguno que haya destacado por su hábito lector, aunque en competencia comunicativa tú estás siempre que te sales.

-          Insistes en cachondearte de mí, que no te he hecho nada ni te he dado pie para que iniciaras este diálogo de…, de…

-          De besugos…

-          ¡No, de besugos no! ¡De capullos, que viene a ser lo mismo!

-          Virgilio, últimamente estás echando una boquita que ni el más vulgar de los diputados (y no digo nombres) exhibiría en el correspondiente turno de palabra, por alusiones. Entre el “ni pollas” de ayer y los “capullos” de hoy te has columpiado de lo lindo en la lengua de todos (y todas) los españoles (y españolas). Catalanes (y catalanas) incluidos/-as.

-          ¿Y tus “santos cojones” dónde los pones? ¿En un portal de belén sustituyendo, respectivamente, a la mula y al buey?

-          ¡Virgilio, por Dios y por la Virgen Bendita! Además de soez, eres un impío blasfemo y apóstata. Que sepas que la expresión “santos cojones” está desemantizada, es decir, vaciada de su significado original. No es que mis cojones, o los tuyos, hayan sido santificados mediante el Espíritu Santo por su entrega y fidelidad a… a…

-          No te cortes. Dilo claro: “al sofá de terciopelo rojo”.

-          A lo que tú quieras: al sofá o al dolce far niente. En cualquier caso, es una licencia retórica por la que se toma la parte en sustitución del todo.

-          Una metonimia.

-          Pues sí, una metonimia.

-          Como vuestra ilusoria Constitución.

-          No entiendo.

-          ¿Acaso tú no la has leído?

-          Por supuesto que la he leído, aunque he de confesarte que, al contrario que tú, no me la sé de memoria. Como mucho, el artículo 14, que es el que más me gusta.

-          Ya. Y tú te crees eso de que “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”

-          ¿Es que no es así?

-          No sé. Tú mismo. Si tienes dudas sobre el particular, ve y se las planteas al maestro armero o a su ayudante de campo, que se las sabe todas.

-          ¿A ese?

-          Sí,  a ese y a sus palmeros… y palmeras.

-          Pues ahora que lo dices…

-          El día en que, por ejemplo, ese artículo 14, que tanto te gusta, se imponga de verdad, tú y yo estaremos criando malvas o, en su defecto, jaramagos.

-          Llevas razón, aunque, por lo que a mí respecta, espero vivir hasta entonces en dulce compañía para verlo.

-          Amén.

-          Pues eso: amén.

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