CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. DÍA 59: ¿Hay alguien por ahí? por Miguel Ávila Cabezas
Ha pasado ya una eternidad desde que Virgilio hiciera en el sofá de terciopelo rojo su real, si visible, aparición por última vez. Y desde aquellos polvos a estos lodos en el mundo ancho, propio, ajeno, pequeño y distinto ha sucedido de todo, es decir, más de lo mismo, porque cada día que transcurre esto está más perdido que el barco del arroz al que algunos ilusos siguen buscando (como yo a Virgilio) en las profundidades oceánicas de su imaginario.
Bien es cierto que en su justo momento el morrongo de Virgilio siempre pasó cuarto y mitad de lo que en boca de nuestro profesor de retórica y poética daremos en llamar “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”. Pero eso no quita, en absoluto, para que no echemos en falta, al menos, sus silencios o bien sus elocuentes ronroneos de sobremesa frente al incombustible Jordi, el homónimo de otro incombustible, éste por su insaciabilidad monetaria y honorable apellido: Pujol.
En verdad en verdad os digo que no quiero seguir por la procelosa senda que me marca el destino, pues a ocultas herencias en impolutos paraísos me remito y no al pañol de velas del Juan Sebastián Elcano.
Tampoco consuela el recuerdo de nuestro Virgilio distante, venido del cinturón de contenedores, quien llegara en glorioso momento a decir lo de “esta boca es de quien es y el que quiera entender que se empape de Feuerbach” (copio aquí a ese excelente novelista, sin pelos en la lengua y con auténticos misiles atómicos en su canana literaria, que es Manuel Cantera), y ello, asimismo, con mutaciones tan… paranormales (por no decir metempsicóticas) como aquella en la que el alma palatalizada del Gran Jardinero se colara en su nasofaringe (¿se escribe así?) y lo abocara a repetir a voz en grito, y hasta la extenuación de nuestras mismísimas trompas de Eustaquio, la frase especular: “¡¡INCHIDIAS!! ¡¡ECHO CHON INCHIDIAS!!”. (¡Ay, mundo traidor!, ¿por qué callas ahora, en plena canícula? ¿Será que el jardín patrio ya en lontananza se atisba lindo y florido?).
Digo que aparte de los apartes, aquí y ahora he de reconocer que el ausente se ha limitado a estar estando en sí, como un santón felino, teresiano perhaps, tal si con él nunca hubiese ido la copla de lo que sucedía, y sigue sucediendo, en “este mundo absurdo que no sabe adónde va” (Aute dixit). Yo sí que no sé. A día de hoy, tengo para mí que, visto lo no visto y oído lo no dicho, Virgilio se nos ha ido para siempre. ¿A dónde? Como no nos lo preguntemos cada cual a nosotros mismos difícilmente obtendremos lenitiva respuesta.
Y esto que digo es tan sólo hablar por hablar, y no te digo trigo por no llamarte Rodrigo (Chiquito, el otro, tan acertadamente dixit). Insisto: que cada palo aguante su vela, cada línea continua su carretera y, por su puesto (sic), cada loncha su correspondiente barra de chopped. De aquella primera circunnavegación del globo, ¿qué nos queda?: ¿ciento veintisiete kilos de farlopa? ¡Ay, pobres seres a sus superlativas narices pegados! Hoy no hablaré de la franja de Gaza ni de sus más de mil setecientos muertos por la ofensiva (¿) israelí, de los cuales más de cuatrocientos son, sí, niños.
Tampoco hablaré del fenómeno Podemos. Ni de Ucrania y el señuelo del Boeing de Malaysia Airlines. Ni aun de nuestro Felipe VI y Letizia, tan radiantes e intachables ellos de vacaciones en Mallorca. No hablaré de nada que no sea la Nada Absoluta en la que me ha sumido la ausencia total de Virgilio. Con decir que es tan grande mi apagamiento que ni siquiera enciendo el televisor y sintonizo la Segunda a la sagrada hora de “Saber y Ganar”… En fin, me reitero en lo dicho: “Quien avisa no es traidor”. Y como el interfecto no dé señales de vida en el ya hoy ajado sofá de terciopelo rojo, me paso a Jaro, Lady Confort, o a Cora, la Bella. Última llamada: “¿Hay alguien ahí?”.
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