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DÍA 45. CON VIRGILIO EN EL SOFÁ: "LOS VALIENTES DE DIWANIYA" por Miguel Ávila Cabezas

DÍA 45. CON VIRGILIO EN EL SOFÁ: "LOS VALIENTES DE DIWANIYA" por Miguel Ávila Cabezas

Virgilio, si como reza el tango “veinte años no es nada”, diez son una eternidad, pero hasta la misma eternidad se repliega sobre sí misma y nos regala, una década después, el vídeo de ese grupo de aguerridos soldados españoles que en la base del ejército (español, por supuesto) en Diwaniya, Irak, entran en una celda y patean con denodado afán dos bultos que tienen todas las trazas de pertenecer algo así como a sendos prisioneros, digamos que cierto, si desenfocado, aspecto de humano, uno de los cuales muy probablemente abandonaría este mundo gracias a la viril contundencia de los golpes propinados por aquellos cinco, que no eran precisamente los de Enid Blyton . (¡Jo!, a este se lo han cargado ya”, exclama uno de ellos, quizás el más analítico y observador de los comparecientes en tan estrecho lugar).

Esta es la noticia que nos llega con el retraso de diez años de mentiras y despropósitos concernientes a aquellos polvos bélicos hisopeados por un tonto con tupé sobre las cabezas de unos cuarenta millones de españoles, unos más atónitos que otros.

Me siento frente al ordenador después de haberme reconciliado con el día y la noche tras mi habitual desayuno de café con leche, tostadas con tomate y zumo de naranja hecho en el momento, abro la prensa del día (como quien abre sin remisión la puerta del escepticismo) y se me revuelven las tripas al ver la noticia en primera página y comprobar, una vez más, que no tenemos remedio por mucho que nos empeñemos en mirar hacia otro lado. ¿Que es preciso hacer un ajuste de cuentas con el pasado? Eso nadie debería discutirlo.

Si abrimos los cajones de la cómoda y rebuscamos bien en su doble fondo, descubriremos allí los guantes ensangrentados del asesino, como metáfora chocante de lo que nunca tuvo que haber pasado y una de cuyas consecuencias más inmediatas fueron las ciento noventa y cuatro víctimas inocentes de los atentados de Atocha un aciago 11 de marzo de hace ya una década, diez años a lo largo de los cuales han sucedido tantas cosas y se han vertido tantas infamias y tanta porquería sobre nuestra dignidad pateada de buena gente, Virgilio, de buena gente. Y encima vienen con el cuento que tú sabes (…) …¡sí, con el de la crisis!, y nos quitan la magra cartera con una impunidad y desvergüenza que claman a ese cielo que nunca nos oye, como a Don Juan Tenorio, aunque la comparación pueda ser, aquí, un tanto improcedente, dada la condición de niño-pijo, pollaboba con trastornos delirantes y homosexualidad no asumida (Marañón dixit) que exhibía el personaje de Zorrilla, y antes, en menor longitud de simpleza y chichinabo, de Tirso de Molina y Molière, por citar. No me digas lo que te parece todo esto porque, como diría el otro, “te veo de venir”.

-          (…)

-          Ya, pero no me negarás que últimamente estás muy cáustico, por no decir agraz e intempestivo.

-          (…)

-          Uno que tiene estudios.

-          (…)

-          Pues para mucho. Reconócelo. Sin ir más lejos, para hablarte con la precisión literaria con que lo hago. Sin perder nunca el sentido del humor y sin que tampoco se agote la llama de la indignación y la protesta… según corresponda.

-          (…)

-          No. Cuando yo estudiaba no se llevaba eso del botellón. Había más bien tabernas o bares profundos como el “Bimbela”, la de “Enrique, el Elefante”, el “Natalio”, del pálido y manises de tapa. ¡Ah!, y el “Enguix”, que lo regentaban dos hermanos tan iguales que eran absolutamente distintos uno del otro, y granaínos ellos dónde los hubiere.

-          (…)

-          ¿Veinte mil? ¡Vaya estropicio!

-          (…)

-          “Botellódromo”. ¡Qué palabra más fea y dipsomaníaca!

-          (…)

-          “La pulsión invocante”, que diría Lacan.

-          (…)

-          Eso. “El sexo reprimido.”. Tú lo acabas de decir, gato psicoanalítico.

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