VIRGILIO EN EL SOFÁ . DÍA 49: LAS CUENTAS CLARAS por Miguel Ávila Cabezas
Mientras la Cospedal transfiere un céntimo (sí, ¡un céntimo! “¿Otra vez con los paréntesis?”, me reprende Virgilio desde el más allá de quién sabe dónde) al municipio de La Solana por un quíteme usted de encima un “ajuste técnico por la liquidación de un programa” (¡cuán barato me lo fiáis, doña! Virgilio amenaza y yo prometo definitivo propósito de la enmienda: no más paréntesis, ¡vive Dios!), pierdo irremisiblemente el sentido de la realidad amodorrado como estoy, escurrido y finalmente sublimado en el alambique del sueño, en ese terrible instante en que Antonio de Alhama tropieza en la calculadora humana con sumas, restas, multiplicaciones y divisiones hasta perder por tan sólo unos segundos, dos o tres, no más, sin paréntesis alguno, los 200 puntos que llevaba en su segura faltriquera de concursante magnífico, y pasan de… diez mil los euros amasados hasta el día de la fecha. ¿Qué me está sucediendo? ¿Será cosa de la edad esto de caer atrapado en las garras del sueño como quien se encontrase en el área de descanso durante el duelo, ¿qué duelo?, entre el de Alhama y el de Palafrugell... parece? ¿El de Palafrugell, en la Costa Brava? ¿Pero ese no concursó en el día 1 ó 2, que yo recuerde, hace ya más de un año? Tengo para mí que talmente estoy hecho un lío y que esta mi confusión no es otra cosa que producto de la edad. “Tampoco es para tanto”, parece decirme desde las profundidades del subconsciente, o de la memoria declarativa (ni un paréntesis más, perdón), que viene a ser lo mismo, este Virgilio alter ego cuyo ronroneo remedo con mis aliterativos ronquidos. ¡Vive Dios de nuevo! “El reto” y yo sin haberme enterado de quién ha conseguido llevarse la viruta de “La parte por el todo”. De seguro que habrá sido, una vez más, Antonio el de Alhama, que de unos tiempos a estas partes está que se sale acertando casi a la primera el quién es quién o qué es lo que es eso que se insinúa en el recuadro inferior del paraje de abajo, o de arriba, sin ir más lejos. En fin. Mañana habrá que ver en qué queda definitivamente el asunto del céntimo de euro, que tal y como están las cosas no es para rechazarlo, si algún imaginario día te lo devuelve nuestra eficiente administración o si me lo encuentro yo, en otro día de esos, a la altura del Revellín o el Paseo de las Palmeras.
Ya se sabe: un céntimo por aquí, otro céntimo por allí, este que estaba oculto en el bolsillo de la chaqueta, arrebujado junto a la bolita de alcanfor, o aquel que se le cayó al vecino cuando fue a sacar las llaves de su católico, apostólico y romano piso, aliados con el tiempo, la buena suerte y la perseverancia, hacen fortuna. Con ese invulnerable material se forjaron sin duda las más grandes, incluida la de Roca, que tanto honor en tiempos más gloriosos le hiciera a su apellido. Nuevamente el sabio refranero nos lo certifica: “Machacando, machacando, el herrero va afinando”. O bien: “Más vale pájaro en mano que una polla en la solapa”, que diría, en uno de sus característicos quiebros dialécticos, el bueno de Quisquete. Ya, ya, de acuerdo, Virgilio. ¿Pero qué quieres que te diga? Las palabras no se eligen, ellas vienen a ti y se posan en tus labios, o se alojan en tu estro, sin que tú o yo podamos hacer nada por eludirlas. Es, cómo decirlo, una cuestión de tipo genético. O aun más: un distintivo semántico que se tiene o no se tiene. Además, ya lo dijo quien lo dijo: “El que quiera entender que entienda”.
El caso es que desde que me quedo frito frente al televisor, con Antonio el de Alhama recogiendo sin tregua beneficios de aquende y de allende y garcía baxter, tal los céntimos extraviados, nada es como entonces era cuando nosotros dos -tú y yo- compartíamos ilusión, fe, esperanza y calidad de vida en el sofá de terciopelo rojo, hablando de nuestras cosas, comentando los eventos consuetudinarios que acontecían en la rúa, disfrutando a más no poder de los mil y un lances de los concursantes de “Saber y ganar” y extasiados, sí, ante la energía y el buen hacer de un Jordi Hurtado inmarcesible, como el gesto de la Cospedal cuando transfiere un céntimo de euro al municipio de La Solana o niega ante el señor juez y el ángel justiciero de los sobres sabrosones lo que la verdad de su mano derecha esconde. Es un decir. Por cierto, ¿para cuándo una señal tuya? ¿Te decidirás en algún momento a emerger de las profundidades del subconsciente o, en su defecto, de las de la memoria declarativa, sin paréntesis interpuestos? Seguimos a la espera, muchachote.
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