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DIA 21 CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. "COMPAÑEROS IRRECONCILIABLES" por Miguel Ávila Cabezas

DIA 21 CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. "COMPAÑEROS IRRECONCILIABLES" por Miguel Ávila Cabezas

Desde lo del otro día estamos Virgilio y yo que no nos dirigimos la palabra. Ni a la cara siquiera se nos ocurre mirarnos. Para qué, si nos evitamos a todas horas el uno al otro, incluso cuando coincidimos en el sofá de terciopelo carmesí que, no sé yo por qué extraña coincidencia, suele ser siempre a las cuatro menos veinte en punto, la hora aproximada (minuto arriba, minuto abajo) en que comienza a emitirse “Saber y ganar”, con un Jordi Hurtado que a buen seguro ha hecho un pacto simbólico con el diablo pues cada día que pasa se le ve más joven, radiante y afanoso. (¿Será por la misma esencia y dinámica del programa que tantos, y tantas, deseamos que nunca llegue a su fin? Vaya usted a saber por qué será, será).

Lo que yo no sé es a si a él también le sucede, pero a mí me queda muy claro que este retorterío de encuentros y desencuentros está minando seriamente la relación, por lo que no sería de extrañar que el día menos pensado cualquiera de los dos intentara apropiarse, manu militari, del sofá entero y pretendiera cobrarle al otro un canon, arbitrio o cuota por el uso y disfrute de su esquinita.

A imagen y semejanza, por supuesto, de lo que por estos pagos se denomina con el muy solidario nombre de “copago”. Y valga la redundancia. Como quien dice, por todo el prominente morro y con la pilona de lado. ¿Que quieres disfrutar sabiendo y ganando? De acuerdo, pero antes paga. Y a mayor abundamiento: ¿Que tienes que pagar? Muy bien: paga más y sigue, eternamente, pagando. ¿Que quieres vivir? Paga. ¿Que quieres respirar? Paga. ¿Que te quieres morir? Nadie se va a negar a que disfrutes de un derecho tan… vital, pero paga antes de que vayamos a embargarte hasta el aire mismo que de gorra respiras.

Paga y calla. En verdad en verdad me digo que de esta guisa no se puede vivir, ni aún menos disfrutar con los más que entretenidos lances de nuestro amable programa. (Superiores a los de “La Voz”, “Pasapalabra”, “Amar en tiempos revueltos”, “Tu cara me suena”, “Isabel”, “Ahora caigo” o “La que se avecina”, por citar).

Como no se produzca un inmediato acercamiento entre nosotros dos puede ocurrir cualquier cosa, y no precisamente positiva, sobre todo habida cuenta de que ambos, cada cual a su estilo y manera, somos el paradigma de la tozudez y la intransigencia, cuando de tocarnos las inmanencias se trata. Sin ir más lejos, hoy mismo he intentado un discreto arrimo respondiendo en voz alta a todas y cada una de las preguntas que Juanjo Cardenal le hacía a los concursantes en “Cada sabio con su tema” y cuando he rematado acertadamente la última, he mirado al innombrable como para recibir su felicitación y, sí, lo ha hecho pero con una de sus sibilantes flatulencias, en la banda de los 10.000 hertzios, tirando por lo bajo. (Que conste que la última vez que en esta casa se comió lentejas fue hace más de una semana).

En fin, no sé qué vaya a pasar entre Virgilio y yo. Todo en esta vida tiene un límite y lo que se dice asertivo-asertivo no lo es en absoluto este gato indolente, insolente y pedofílico. Y todo por una cándida pregunta, que no tenía más intencionalidad ni trascendencia que la que cada quisque le quiera dar. La típica estrategia del agraviador agraviado.

Esto no es vida. Miradlo. Ahí, echado en el sofá, pasando de todo. ¡Virgilio, di algo!

-          Miau.

-          ¿Otra vez?

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