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CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. DÍA 48: LA ROTONDA DE ALHENDÍN Y OTROS LÓPEZ por Miguel Ávila Cabezas

CON VIRGILIO EN EL SOFÁ. DÍA 48: LA ROTONDA DE ALHENDÍN Y OTROS LÓPEZ por Miguel Ávila Cabezas

Añorado y pitancero Virgilio, para no variar, la canallesca está estos días que echa chispas por todas sus secciones. A lo de la rotonda de la avenida de Andalucía de Alhendín (¿que no te has enterado, que pasas, que el asunto te resbala por el lomo gris perla abajo? ¡Si el evento se comenta ya hasta en los mentideros del mismísimo Vladivostok!), con sus sonrientes 14 concejales (¿tantos concejales tiene la corporación de Alhendín? De seguro que los habrá de rotondas, y de pasos de cebra y de, si me apuras, de escaleras al cielo. Perdona los paréntesis. Ya no habrá más. Te lo juro por estas que son rotondas, digo redondas), se le suma, in hoc die, una más de la mano untuosa de Bárcenas quien desde la prisión de Soto del Real, maqueado como siempre lo fuera en vida de tesorero de la cosa nostra, impasible declara ante el juez: “Es mi mano la que da el sobre a Cospedal”. ¡Glub!, tengo para mí que a más de uno, y una, se le habrá atascado el cruasán de la mañana a la misma altura faringítica de donde salen concretas, sin pudor y sin duelo, las palabras de la mendacidad y la impostura.

La regla de tres está servida: “Si a una le corresponde uno, o unos cuantos, a unos cuantos les corresponden unos tantos, y del rey abajo, tal y como a ti te gusta decir de higos a brevas, “¡Inchidias!”. ¿Que el Ibex ha alcanzado la cota de los 10.000? Lo admito, aunque sigo sin entenderlo. ¿Que lo de Fagor es para fagorizarse aún más de lo que ya está el patio? También me cabrea, aunque lo entiendo de sobra. Pero lo que clama al cielo, por no decir a todos los universos paralelos de la mecánica cuántica que, por lo visto, son infinitos, es la última perla de la Botella que, tras lo del “relaxing cup of café” con leche ante el artero COI, está que se sale, desmelenada como aparece ante los medios de comunicación de las masas esas. “Nos hemos acostumbrado a un nivel alto de limpieza”. Sí, lo que te digo, eso es lo que ha afirmado la inefable, e impenetrable, Ana. Según tengo entendido, sus palabras, como últimamente viene siendo habitual, han sido sacadas de contexto y en realidad lo que ella quiso decir es que, tras el reciente fiasco del Madrid Olímpico, un café con leche en la Plaza Mayor de la Villa et Corte afortunadamente va a costar menos que, por ejemplo, un crucero organizado para profesores, alumnos, científicos en paro y másters of puppets en el reflotado Costa Concordia a los farallones del oeste de California, por citar.

En fin, menos mal que siempre les quedará Eurovegas, con sus lucecicas de colores, su “rien ne va plus” en la ruleta, sus balckes jackes, su póquer, sus maquinicas de monedas y su puterío fino, que “de tó tié que haber en el mundo”, según le dijo el torero a los Ortega y Gasset. Pero el mundo no empieza en Tarifa, o en El Hierro, según, ni tampoco acaba en los Pirineos. Mira Irán sin ir más lejos. Allí, también lo he leído en la prensa, cumplen la ley tan a rajatabla que si te ahorcan y tienes la desgracia de sobrevivir a la ejecución, te volverán a ahorcar hasta que acabes pagando tus deudas con la justicia.

Y si no que se lo pregunten a un tal Alireza, al que trincaron con las manos en la masa de un kilo de clorhidrato de metanfetamina y le cayó por ello, oye, la del pulpo, lo que viene a significar la condena a morir en la horca. Si ya lo dice nuestro sabio refranero que tiene salidas para todo: “A la fuerza ahorcan”. Pues allí, en Irán digo, ejecutan, nunca mejor dicho, el refrán al pie de sus 16 letras, múltiplo de 4 y hasta de 8, si fuere necesario.

No te voy a preguntar, Virgilio, qué opinas de todo esto porque no estás y, aunque estuvieses, todo te resbalaría por ese lomo gris perla que, con el implacable paso del tiempo, acabará transformándose en polvo de estrellas, hoy de ausencia. Algunos, nostálgicos ellos, dirán que eso con Franco no hubiera pasado. Que con Franco se ejecutaba como Dios manda. Y no se salvaba ni el mismísimo Lázaro del “Levántate y anda”… Anda… di algo donde quiera que te encuentres… Me duele el alma, Virgilio. ¿Dónde estás? ¿A dónde te has ido? ¿Y qué será de mí sin ti? Necesito una señal tuya. Es urgente. Es cuestión de vida o muerte.

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