DÍA 33: Con Virgilio en el Sofá "SI YO FUERA RICO " por Miguel Ávila Cabezas
Si yo fuera rico, no lo sería por derecho de herencia ni tampoco porque hubiese metido la mano donde únicamente lo hacen los ladrones, chorizos y patanes que tanto menudean últimamente por los pasillos de la Audiencia Nacional.
Tampoco lo sería por haber tenido los santos… ¡uy! de haberle robado a cualquiera de los que fizieron el paño, Don Juan Manuel, de la burbuja inmobiliaria y propiciaron sus catastróficas secuelas. Lo sería, Virgilio mío, porque me hubiera tocado la lotería, la de Navidad, por ejemplo, y por haber recibido en su momento oportuno la revelación terminada en 8, y no en 0 como el inasequible a su apodo “cenizo”.
Que conste que la otra tarde, volviendo yo de mi quincenal visita al médico de cabecera, a la altura de la Plaza de la Constitución me vino a la cabeza con porfiada insistencia que el gordo tocaría en 8, en 8 como el del Covirán del 92 creo recordar (en el Mercadona no se vende lotería navideña y menos en el Lidl, que es alemán), y fue entonces que después de pensármelo mucho me acerqué a la primera administración que se interpuso en mi camino y me decidí a comprar un décimo acabado en 8 de los dos que le quedaban a una joven lotera que no paraba de hablar por el móvil.
La compra del otro décimo se la cedí a una ilusionada pareja con la falsa excusa de que en estos tiempos de crisis hay que compartirlo todo… y entre todos. En realidad, llevaba en mi magra cartera tan sólo un billete de 20 euros. Bien, supongamos que en vez de haber caído el gordo en 8, éste hubiera reculado hasta el cero y, más específicamente, se hubiese concretado en las cinco cifras de “el cenizo”. ¿Qué hubiera sucedido entonces? Pues simple y llanamente que, en lo que a mí respecta, ahora sería rico, rico de verdad.
Así de claro: tan rico como un Borbón menguado. Porque no te vayas a pensar, caro amigo, que del cenizo yo llevaba participación escueta o un décimo tan sólo, no, llevaba más de uno y más de dos y, si me apuras, hasta menos de seis y más de cuatro. Pero “el cenizo”, por su funesta condición, nunca toca pues, si lo hiciera, no sería llamado así por el paisanaje salobreñero y aun de allende sus fronteras sino, no sé, tal vez “el ponderoso” o, mejor, “el filantroposo”.
Esto no es hablar por hablar, Virgilio. Es, humildemente te lo digo, ponderar la realidad, ponerla en la balanza de los deseos y reconocer, con todo el dolor de mi ilusión frustrada que, como ha sido lo propio desde que arribé a esta generosa costa granadina, “el cenizo” nunca ha tocado, al menos hasta este 2012 que, de momento, no se ha acabado y ni con él el mundo, sus pompas y sus miserias. Pero supongamos que sí, Virgilio, supongamos que por una vez en la historia de la humanidad y, por extensión, de la lotería nacional, “el cenizo”, nuestro familiar “cenizo”, la oveja negra de nuestra mala suerte, hubiera contradicho la realidad semántica de su nombre y hubiese caído aquí con todo el peso del azar generoso. Imagínate: todo el mundo reunido en La Pontanilla (incluidos tú y yo) celebrando, ¡al fin!, la parusía de la buena estrella, repartiendo sonrisas y abrazos (algunos, de lágrima fácil, llorando) y descorchando botellas de cava discreto con el que regar la simulada y no tan falsa alegría de los allí congregados, incluido el fantasmagórico enviado especial de Tele Madrid. ¿Y después qué haríamos tú y yo con tanto jandepeich? Muy diversas y encontradas son las opciones.
Veamos: 1ª. Invertirlo en el Banco Malo. 2ª. El más tradicional: hacer un zulo en el garaje y guardarlo allí junto con las obras completas de Díaz Ferrán. 3ª. Comprarnos a tocateja una casa y dos y tres y cuatro. 4ª. Clonarnos para poder habitar las cuatro o cinco casas que nos hayamos comprado gracias a la opción 3ª. (¿Daría el premio para tanto?). 5ª.Irnos de farra hasta que el cuerpo estalle y el alma, así, se recomponga. 6ª. Comprar parcelas en Marte, el próximo destino de una humanidad prófuga de su locura. 7ª. Crear una fundación que lleve tu nombre junto con el de un Centro de Estudios Gatunos. 8ª. Ingresarlo en un Banco Bueno.
- (…)
- ¿De qué te ríes ahora?
- (…)
- Claro, como tú no juegas.
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