"Las mujeres rurales" por Teresa López presidenta de FADEMUR
Desde FADEMUR tenemos que valorar el importante paso que se ha dado para conseguir una de nuestras reivindicaciones históricas, al reconocerse la cotitularidad para las mujeres que trabajan como agricultoras y ganaderas en explotaciones familiares. La bonificación aprobada para su incorporación como cotizantes a la seguridad social es un gran avance para visualizar el trabajo que estas mujeres desempeñan, pero no podemos quedarnos aquí, y debemos seguir avanzando y trabajar para que los derechos laborales de las mujeres rurales sean una realidad en todo el estado. En los municipios rurales el desempleo femenino sigue superando en 20 puntos a la media nacional. Según un informe de la Comisión Europea, el 82 por ciento de las mujeres rurales españolas trabajan en explotaciones agrarias, y casi un 60 por ciento de ellas no cotiza a la seguridad social. Es prioritario actuar sobre la realidad laboral de las mujeres rurales para poder dar respuesta a los problemas estructurales del mercado de trabajo.
Las mujeres rurales partimos de una clara situación de desigualdad, consecuencia de años de abandono de las políticas públicas dirigidas al medio rural. Nos encontramos ahora en un momento clave donde las iniciativas legislativas que se están poniendo en marcha nos afectan de manera directa y pueden contribuir a dar el paso definitivo para que la situación de los cinco millones de mujeres que viven y trabajan en el ámbito rural, mejore considerablemente. Con este convencimiento hemos presentado nuestras propuestas al anteproyecto de ley aprobado el viernes por el Consejo de Ministros, consiguiendo que una ley tan importante para las mujeres y hombres españoles hable de la especificidad de la igualdad en el ámbito rural, de cotitularidad en las explotaciones familiares agrarias, de formación o de nuevos yacimientos de empleo. La futura ley de igualdad, la de dependencia y el próximo estatuto del trabajo autónomo serán piezas claves para el avance de las mujeres rurales hacia la igualdad.
Las Asociaciones que integran FADEMUR venimos reivindicando históricamente el reconocimiento del papel que las mujeres desempeñan en la estabilidad y el desarrollo del medio rural. Las mujeres siguen aportando su trabajo a las explotaciones familiares, agrarias o de otro tipo, pero éste no les reporta reconocimiento profesional ni los derechos sociales de cualquier empleo. Las mujeres que trabajan en el medio rural tienen que hacerse visibles y ver reconocidos sus derechos ya que no sólo sufrimos diferencias salariales cobrando un 40 por ciento menos que los hombres, sino que la baja actividad sigue caracterizando nuestra situación laboral, alejándonos claramente de los objetivos europeos comprometidos en la cumbre de Lisboa.
Teresa López, presidenta de FADEMUR afirma que “desde nuestra organización, trabajamos a diario para ayudar a vertebrar el medio rural y frenar el imparable despoblamiento de nuestros territorios, pero es urgente la puesta en marcha de medidas generadoras de empleo que permitan a las mujeres quedarse a vivir en el campo en situación de igualdad y no de heroicidad. El despoblamiento y el envejecimiento de la población son problemas a los que tenemos que hacer frente con nuevas iniciativas para aumentar el empleo, potenciando el femenino y la participación de las mujeres de más edad en el mercado laboral, ya que son las que tienen las tasas de empleo más bajas. Desde FADEMUR, queremos también aprovechar este 8 de marzo para denunciar el fenómeno del feminicidio ejercido contra las mujeres en países como México, Guatemala y El Salvador, atentados flagrantes contra los derechos humanos de las mujeres y niñas, cuya erradicación debería ser objetivo prioritario de la comunidad internacional”.
La carencia de servicios por falta de habitantes, al alto grado de machismo del entorno rural, la violencia en el entorno familiar y la falta de reparto de las responsabilidades domésticas, hacen que la situación de las mujeres rurales deba contemplarse desde una perspectiva de desigualdad ya no sólo frente a los hombres, sino respecto a los avances conseguidos por las mujeres urbanas. Hay que actuar sobre la realidad de las mujeres con medidas encaminadas al apoyo en el acceso al mercado laboral, por lo que se requiere que se tenga en cuenta su situación personal, laboral y geográfica para así poder poner en marcha acciones que abarquen diferentes áreas de actuación, como la educación, promoción, formación, exclusión y empleo y que estén destinadas a mejorar la calidad de vida de las mujeres rurales. Según los últimos datos de un estudio publicado por el INE, cada año 380.000 mujeres abandonan su puesto de trabajo para ocuparse en exclusiva de la familia o por motivos personales.
Otro de los problemas que nos afectan gravemente es la violencia de género, a pesar del camino positivo recorrido por la Ley Integral de Medidas contra la Violencia de Género, en el ámbito rural (poblaciones de menos de 10.000 habitantes) los datos se han convertido en escalofriantes: el 40% de las muertes por violencia en la pareja se producen en entornos rurales. Acabar con la violencia implica una transformación radical de nuestro modelo social anclado en el sexismo y basado en la opresión de género, la división sexual y la educación machista. El número de separaciones o divorcios es el doble en el mundo urbano que en el mundo rural, sin embargo, por cada tres mujeres de municipios urbanos que estaban en trámites de separación cuando fueron asesinadas, en los rurales estaban cuatro, confirmándose que el intento de ruptura inicial es el periodo más peligroso para la mujer, y que ese peligro es mucho mayor en el medio rural.
Sabemos que las mujeres rurales tenemos más dificultades de acceso a la justicia y a los sistemas de protección social, dificultades que han de desaparecer para que todas las mujeres, independientemente del medio en el que vivan, tengan garantizada su seguridad frente al terrorismo de género. Desde la primera conmemoración del 8 de marzo en 1910 hasta las Declaraciones de Viena y de Pekín, se ha ahondado en la convicción de que la implantación de los derechos humanos de las mujeres debe ser una prioridad para gobiernos y sociedades. El avance de las mujeres es el motor para que se pueda alcanzar el total desarrollo de la humanidad
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