NI SAMBA NI GLORIA por F. Javier Álvarez de Cienfuegos Coiduras
Nada más alzarse el telón, quedaron en evidencia las vergüenzas de los actores. Una desdicha. Como en las obras de teatro de medio pelo.
Las alharacas previas de la prensa, días de mucho, vísperas de nada, pronto quedaron silenciadas sobre la verde fronda del Fonte Nova en Salvador de Bahía. Sin samba. Y sin gloria.
El “maracanazo” de 1950, por lo menos, tuvo su épica. Fue el inesperado epílogo de una ópera heroica que terminó con la muerte del protagonista. A nosotros no nos quedó ni eso. Con los holandeses no había posible gloria, poco que ganar y mucho que que perder. Como le ocurre a la selección campeona en cualquier fase inicial de un mundial.
Sin samba. La “Roja” fue la mocita apocada de la fiesta, la que no quería salir a bailar y terminó siendo bailada. Con mucha pena y sin ninguna gloria.
La defensa de los quesitos era la del Feyenoord de Rotterdam. Una perita en dulce para cualquier equipo español partícipe en lizas europeas; pero en el Fonte Nova de la atardecida brasileira, húmeda y sofocante como el anhelo de una doncella, fue el hueso imposible de roer para las huestes españolas.
Sin gloria. Imposible de explicar. Sobre la espesura, verde y tierna, del Fonte Nova, Casillas sucumbió para siempre. Y también Xavi, el del Barcelona.
Sobre las camisetas rojas se desparramaban antorchados acabados de conquistar. La Champions, la Liga de las estrellas. Sergio Ramos, Diego Costa y los sempiternos del Barcelona. Todos tan ahítos de títulos como extenuados de cuerpo y espíritu. Sin ganas ni arrestos para sambas en Salvador de Bahía.
Mientras, los otros, desde las playas de Ipanema, venían frescos porque no habían llegado lejos en pos de la conquista de la veleidosa Europa. Pero en tierras brasileiras, las otrora peritas en dulce del Feyenoord y el Ajax, nos las pusieron al cuarto.
No habrá ya gloria. Ni samba. Los guerreros de la “Roja” quemaron sus naves, por siempre jamás, en los confines sureños del continente negro. Y nunca lo olvidaremos. Fue en aquella mágica tarde del verano de 2010.
Fue mucho castigo, cierto, pero no inmerecido. En el estío sudafricano de Mandela les ganamos con sudor y honra. Hoy, ayer, nos encontramos con la amarga moneda de sucumbir ante ellos con mucha más contundencia. No perdimos, como entonces ellos lo hicieron con nosotros, por cuestiones de detalle. El cinco a uno lo dice todo.
Fueron bonitas, mientras duraron, la samba y la gloria; hoy sólo quedan campos de soledad, mustio collado, como cantara Rodrigo Caro a las ruinas de Itálica. Y, como en la copla manriqueña, presiento que cualquier tiempo pasado fue mejor.
No voy a hacer ahora, precisamente ahora, vanas predicciones. No sé si ganaremos a Chile o no, ni si seguiremos adelante una ronda más. Pero tengo para mí que Salvador de Bahía contempló, la noche del viernes, el fin de una época. Porque allí perdimos, y siempre lo recordaremos, sin samba ni gloria.
F. Javier Alvarez de Cienfuegos Coiduras
Profesor Titular Universidad Autónoma de Madrid
Área de Derecho Romano
0 comentarios