"Campeones, pero menos" por Jesús Cascón
Jesús Cascón Murillo.- Rajoy se ha impuesto en la Eurocopa de fútbol, batiendo a su amigo Monti en la final y dejando en la cuneta a Durao Barroso y, por supuesto, Angela Merkel, la gran derrotada, la gran decepción. Si la competición futbolística fuera un reflejo de lo que pasa en cada país, en cada una de sus sociedades, economías y costumbres, los españoles seríamos líderes del mundo libre, adalid de la honestidad, la confianza, la camaradería y el buen hacer. El ejemplo claro de que el trabajo y la seriedad garantizan los éxitos. Pero, desgraciadamente, la cosa es bien distinta. Este círculo de hazañas se circunscriben al deporte. Poco más.
Si uno de los personajes más denostados por los españoles disfrutó como una enana viendo a su combinado derrotar a Grecia, calculen como nos sentimos cuando la Alemania de la teutona hincó las rodillas ante los transalpinos, rescatados como saben, y aliados de España en el plante de Bruselas para conseguir la construcción de un economato europeo común que esté dispuesto a soltar billetes cuando se precise. Con la victoria de La Roja, España ha podido conseguir algo más que una sonora, rotunda y contundente demostración deportiva, y este momento hay que aprovecharlo.
Algunos pensarán que nada tiene que ver el deporte con la economía, y es posible que acierten, pero al menos deberíamos fijarnos en el modelo económico y organizativo del sistema que permite que las selecciones se batan el cobre en los terrenos de juego y, si ganan, se lo lleven muerto. Como saben, los italianos declararon que las primas obtenidas por su participación en la Eurocopa iban a tener un destino benéfico. No es moco de pavo, señores.
En España, cada seleccionado se ha llevado para casa cincuenta millones de nuestras queridas pesetas, trescientos mil euretes, que ahí queda. Mientras la UEFA reparte pastizales a diestro y siniestro, los españoles que no hemos tenido la suerte de ser convocados por Del Bosque nos levantamos cada mañana mirando de reojo la prima de riesgo, el interés de los préstamos, el incremento de nuestras hipotecas y las jodidas facturas de la luz, el agua, la bombona de butano... A veces no llueve igual para unos que para otros.
¿Se han dado cuenta que los jugadores de una selección tienen un incentivo económico y social que no se da en ningún otro trabajo? Esa debería ser la piedra angular de nuestra economía: premiar con creces a los empresarios y trabajadores que generen riqueza y bienestar y castigar como se merece a los que hacen todo lo contrario, léase directivos de Bankia, especuladores y estafadores, que de estos tenemos el corral lleno.
En ese sentido, Rajoy también tiene una alforja llena de triunfos. En España abunda el que corrompe, el que se lo lleva muerto a casa sin pegar una patada a un balón, pero pegándole mil puntapiés a la ley, al sentido común y al vecino. Esa es la diferencia.
Mientras nos emborrachamos como locos porque los nuestros son tricampeones, otros países se levantan con las claras del día y le dan al botón de la economía cuatro o cinco horas antes que nosotros. Y les cunde más, claro. Luego sus países dejan de ganar trofeos, pero cuando les dan una semana de vacaciones se vienen a España a recordarnos que nuestro país es su jardín del Edén, su descanso del guerrero, el lugar elegido para desconectar del duro trabajo que aquí, salvo excepciones, no se estila. Pero nosotros tenemos tres Eurocopas y un Mundial.
Cuando Brasil ganaba títulos (no descarto que lo vuelvan a hacer, conste), era una selección que representaba a un país tropical, con la samba, Copacabana y la delincuencia como principales tarjetas de presentación. Hoy en día es una de las economías emergentes más destacadas, junto a China y la India. Ganan menos mundiales, pero parece que les va mejor. Sólo espero que un día de estos, España sea puntera en todas partes, no sólo en las pistas y los campos de fútbol, también en el ruedo de la productividad, de la generación de empleo y del estado de bienestar. Que ya va tocando.
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