Alfredo Pérez Rubalcaba pasará de candidato a la Moncloa a moneda de traspaso, a muñeco de trapo tras el que se refugiará (y se refugia ya) Susana Díaz, enemiga acérrima de los combates cuerpo a cuerpo y muy amiga de la guerra de estrategias, de cuarteles generales armados hasta los dientes y de asomar la cabeza lo justito por si viene alguien. Dicen algunos dirigentes socialistas, de esos que ya no tienes que llamarles por teléfono porque son ellos los que te llaman, directamente, que Susana apoyará a Rubalcaba hasta acabar con las alternativas posibles que puedan ir presentándose y, una vez llegado el momento, recurrirá a su fuerza al frente del PSOE andaluz para acabar con él". Me siguen contando que "hace mal Rubalcaba en fiarse de esta política profesional, una política hecha en el PSOE y que desde su militancia en las juventudes socialistas ha ido escalando puestos y terminando siempre con sus mentores. Muchos nombres conocidos han caído bajo el poderoso cabalgar de Díaz de Vivar, como Borbolla, Chaves, Viera, Pizarro y Griñán". Está claro que la que va a ser nueva secretaria de los socialistas andaluces no se va a conformar con reinar en el Sur sino que "sus aspiraciones y ambiciones es ser la primera mujer presidenta del gobierno.
Cristalino: no se presentará a las próxima cita electoral porque sabe que el PSOE no ganará (dicen los propios socialistas), pero sí va a decidir quién va a ser la cabeza visible del PSOE. Ya saben lo que he escrito en el párrafo anterior, de salir a pecho descubierto, nada. Que salga otro y me cuente cómo está el patio. De momento, Rubalcaba y Susana se necesitan. Sus posiciones están claras: Alfredo Pérez no quiere retirarse aún aunque muchos le dan por muerto, políticamente hablando, y Díaz de Vivar necesita mantenerlo vivo para ir logrando sus propósitos; llegado el momento será ella la que le de la puntilla". De momento lo ha dejado meridianamente claro: "le apoyo porque no tengo más remedio", "yo no voté a Rubalcaba pero le apoyo..." Si Susana no votó a Rubalcaba quiere decir dos más dos, que votó a Chacón. La Carme estará en Granada, junto a ella, y será en Granada donde se escenifique ese escenario de guerra que Díaz pretende. Las dos juntas como alternativa para derrocar al actual aparato de poder socialista, dejado de la mano de Dios y de Pablo Iglesias a ojos de muchos observadores.
El primer golpe de efecto que va a dar nada más ser proclamada nueva secretaria "será presentar este fin de semana una renovación total del PSOE andaluz frente al continuismo del PSOE a nivel federal y, si puede (que podrá), lanzará su mensaje de renovación unido a un discurso hablando de todo aquello que no se habló en la conferencia celebrada por el PSOE hace unas semanas, esto es: España, Cataluña y Primarias". Su primera opción seguirá siendo apoyar a Rubalcaba. El problema es que está tan quemado que a lo mejor no aguanta. En todo caso, si sale otro, que parezca que ha sido Susana la que lo ha designado. Ella y el poderoso PSOE andaluz, como valedores del viejo o nuevo líder. Y ahí radica el fin de todo este sainete cocinado entre bambalinas: sea el que sea el futuro candidato, que lo ha puesto la señora. Cuidadito.
Como podrán comprobar, nuestros interlocutores parecen saber de lo que hablan, y lo hacen con un tono algo apesadumbrado, victimista, casi de desprecio por la actual situación interna del partido. Pero su memoria, como la de casi todos los pertenecientes a un partido político, es quebradiza: esto pasa cada cuatro años quieras o no quieras. Hay cabreos de todo tipo en épocas pre electorales y en situaciones de vacío de poder: por designaciones a dedo, por hacer caso omiso a las conclusiones de las bases, por saltarse los designios del comité federal a la torera, por acumular poder en la sombra sin dar la cara... Todos estos datos parecen sacados del mismo manual, aplicable casi a todos los partidos pero con especial reiteración en el de Ferraz: cuando montan un circo los enanos juegan en la NBA. Pero, en esta ocasión, hay algo diferente: Susana Díaz monta a caballo y delante trota el moribundo. Una vez en el suelo, apretará las riendas y dará espuela a su montura. A ver quién la pilla.
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